Red Hot Chili Peppers (2016) BarclayCard Center. Madrid

Por David Gallardo @mercadeopop
Lugar: BarclayCard Center. Madrid
Fecha: 27 septiembre 2016
Asistencia: 15.000 personas
Artistas Invitados: La Femme
Artistas Invitados: Anthony Kiedis (voz), Josh Klinghoffer (guitarra), Flea (bajo) y Chad Smith (batería)
Palpitaciones bombásticas
Si alguna vez te falla el corazón, no acudas al doctor, olvídate de los cardiólogos, son tediosos y condescendientes. El remedio infalible es encerrarse en una habitación con Chad Smith, pues con dos redobles él sí pondrá todo su empeño en que tu patata vuelva a palpitar como solía.
Y si, por algún motivo improbable, no reaprendes a latir como antaño, el batería de Red Hot Chili Peppers llamará a su colega Flea y, entre los dos, te arrinconarán y te masajearán el músculo cardíaco hasta que, por arte de birlibirloque, retomes el ritmo y prosigas tu camino.
Porque ambos, batería y bajista, recorren el mundo con la misión última de reconducir las arritmias convirtiéndolas en palpitaciones bombásticas junto a sus otros compinches, el aún gimnástico vocalista Anthony Kiedis y el resultón guitarrista Josh Klinghoffer (y un músico de apoyo, que en algún momento tiene a su vez otro apoyo más, hasta seis).
Con ese propósito toman la escena con una jam improvisada que en realidad no es tal, pues está más que ensayada, pero que pone el constante ritmo marcial y trotón a una velada que se encauza por la vía rápida con Can't stop, Dani California y Star tissue, y en la que los músicos chapurrean un español imposible tan indescifrable como divertido.
Tres temas añejos antes de Dark necessities, primera visita a The getaway, undécimo disco del grupo californiano y que es la excusa para esta gira mundial con la que se presentaron este martes en el BarclayCard Center de Madrid -este miércoles repiten- ante 15.000 fieles.
Un disco, The getaway, que supone cierta reivindicación en la trayectoria de 33 años de Red Hot Chili Peppers pues, aunque no iguala el nivel de Blood sugar sex magik (1991) y Californitacion (1999), sí contiene ramalazos reconfortantes de creatividad aún fresca y prometedora.

Pero en lugar de seguir con las composiciones más recientes, el repertorio decide volver a 1991 con If you have to ask y viaja después hasta 1999 con Right on time. Son sus obras magnas y las que les han convertido en un grupo clásico y atemporal, y funcionan mejor que The getaway, la canción, durante la cual la estampida a los aseos es majestuosa.
El concierto prosigue con Ethiopia, único recuerdo a su errático anterior trabajo, I'm with you (2011), preludio del karaoke del final de los días con el estribillo de Californication, el single perpetuo, coreado al unísono por todo el pabellón en uno de esos momentos en los que se detiene el tiempo.
Se intercalan las jams entre Flea y Klinghoffer, que se buscan por el escenario para tratar de sacar algo original colocándose frente a frente mientras la tanqueta de Chad Smith pone el ritmo miliciano y Kiedis se dedica a fluir sobre el escenario con sus magnéticos bailes (aunque es verdad que se borra y se baja del escenario recurrentemente cuando no le toca cantar).
El más reciente single, Go robot, pone el punto disco antes de la fiereza funk punk de Suck my kiss y el momento 'muy radio friendly' de la también novedosa Sick love. Y el tramo central lo finiquitan con autoridad gracias a Soul to squeeze y ese By the way que de nuevo pone a prueba la resistencia del cemento del BarclayCard Center.

Hay tiempo aún para un no muy generoso bis que retoma el pulso con otra poderosa jam en la que Chad se luce (otra vez) mientras Josh trata de demostrar que es más que el sustituto del siempre añorado John Frusciante.
Flea se les une recorriendo el escenario haciendo el pino y todos juntos interpretan Goodbye angels, tema creciente de su último trabajo que aglutina la esencia de Red Hot Chili Peppers a estas alturas de la película, con ese crecimiento progresivo y esa mezcla de suave melodía y tajante punzada.
El último aldabonazo es infalible porque se titula Give it away y genera algarabía, alboroto y tonta jovialidad. Por eso deja a los parroquianos satisfechos aunque la cosa se quede en poco más de noventa minutos y se queden fuera clásicos de la talla de Otherside o Under the bridge (no pasa absolutamente por no tocar lo que la gente espera, eso también).
Pero más allá del repertorio o de la (corta) duración, la misión está cumplida porque los asistentes han recordado la forma correcta de latir. Y así será para los otros 15.000 que se reúnan en el segundo asalto de este miércoles. Y así será los días 1 y 2 de octubre en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Red Hot Chili Peppers son una forma de palpitar. Y es bombástica.
CRÓNICA PUBLICADA ORIGINALMENTE POR David Gallardo EN EUROPA PRESS.