Pero actualmente todos sabemos que la espiritualidad se pesca y se vende como nunca con las redes sociales. Son incontables los individuos, grupos y organizaciones que se la pasan debatiendo por computadora acerca de si Jesucristo existió (o Dios, o el Diablo), o realizando búsquedas teológicas entre un mar de noticias personales y de asuntos mercantiles o adoctrinamientos políticos, o anunciando eventos religiosos u obras de caridad, o empleando esa vía de alcance masivo para fomentar los antiguos credos, fomentar sectas nuevas o atacar a los de creencias distintas a las suyas. Muchos discuten acerca de la moralidad que afecta al hecho de poder vivir tan informado, tan conectado con otras personas y opiniones, otros rezan por sus conocidos cuando leen lo que estos publican, o se indignan y los eliminan como amigos por ser unos herejes virtuales, y, como era de esperar, hasta el Papado fijó posición cuando vio lo que le venía encima. Hace unos años sugirió en su cuenta Pontifex que los sacerdotes deben aprovechar al máximo los recursos de la comunicación digital para el mejor servicio de la fe, y con iniciativas como el Movimiento Regnum Christi convirtió a las redes sociales en lugares para la evangelización y el adoctrinamiento, buscando seguramente crear una Tierra Santa Virtual.
Entretanto, las demás religiones también usan el internet para extender sus creencias, que a menudo son tentáculos bañados en sangre, o ven expuestos por ese medio, ante la opinión pública, sus cruentos excesos. ¿O es que en pleno siglo XXI los fanáticos no siguen vejando, oprimiendo, decapitando, lapidando, ahorcando, mutilando, violando, encarcelando, quemando vivo o matando de otras formas medievales a quien desafía a sus ruines intereses disfrazados de normas bondadosas, dogmas indiscutibles y elevadas metas espirituales? ¿Acaso no se limita o prohíbe el uso de internet en regímenes totalitarios o en naciones musulmanas como es el caso de Irán o de Turquía? La Web ha llevado a incontables oportunistas dentro y fuera de las iglesias a extender sus manos codiciosas hacia un mercado billonario, enguantando sus garras con el disfraz de blogs individuales o comunitarios, portales, sitios herméticos, organizaciones caritativas, grupos de admiradores de santos, líderes religiosos o movimientos apostólicos. Abundan los iluminados que defienden teorías místicas y evolutivas jaladas por los pelos, los espacios de reflexión o sermoneo personal, los lugares donde se discute sobre temas espirituales tan áridos como siempre, pero con más virulencia por ser debatidos desde la seguridad de una pantalla y del cobarde anonimato.
Escrito por: Gustavo Löbig
(A esto es que hacemos referencia: a manipular, alienar y jugar con el miedo o la autoestima de las personas)