Podría llegar a pensarse que apagar la red sería en sistema más adecuado para ahogar ese movimiento constante de acumulación de información, contradictoria o coherente que es devuelta, a base de marejadas tremendas a los puntos de encuentro. Apagar la red, serviría, para agotar la capacidad de organizar pensamientos negativos y controlar solo la emisión de mensajes positivos. Apagar la red para evitar la expansión, difuminar la organización y gestión de sistemas paralelos que abren la posibilidad de generación de infraestructura que, hasta ahora, solo ha estado en muy pocas manos. Apagar la red para evitar la competencia febril capaz de crear mecanismos superpuestos que abaratan costes o capas que ofrecen mejoras a sistemas que terminan siendo, sin coste o susceptibles de convertirse en ofertas.
Podría pensarse que apagando el síntoma, atajarías la apertura pero ¿Fue antes el huevo o la gallina?
Un entorno ingenuo, no conocedor, no experimentado y totalmente abierto a cualquier propuesta atrayente, asumirá cualquier tipo de mensaje que prometa una mejora en su vida y sus proyectos pero, cuando la relación ya se ha establecido y cualquier acción, ejecutada sin cuidado, compromete la veracidad del mensaje atrayente ¿Cuanto es capaz de sostenerse como una verdad irrefutable?
Las últimas tendencias, buscan establecer parámetros de medición a límites insospechables, el control del movimiento, la constante variación de necesidades y gustos intentando descubrir la perfecta alineación con las corrientes entre comunidades. Extensos y gigantescos estudios de mercado e imposibles inversiones para lograr mantener el grado máximo para influir cambiando todas las direcciones hasta encontrar el si, acepto la oferta.
La atracción infinita por conseguir controlar el caos puede generar una falsa sensación de poder que logra crear una apariencia de fuerza pero, no parece ser el método más eficaz, cuando la teoría del caos que intentó predecir el tiempo, terminó dándose de bruces contra la poderosa mariposa que mueve sus alas en Cancún o Japón.
Branding en manos aún de un Marketing protagonista, tiende a considerar que hay que establecer inversiones de alto coste en neurociencia para manejar formas, colores, intenciones y olores al límite de la perfección y también, sospecha que puede ser Branding, un amago que recuerda una evolución hacia estudios de mercado que, puedan aglutinar todo el mundo de infinitas posibilidades, hasta dar con la clave de control de las mareas.
Porque es marea y aún no sabiendo si fue antes, el huevo o la gallina, lo que si es cierto es que el ser humano, es ante todo social, aprende a través de acumular experiencias, el sufrimiento o el goce de cada suceso compartido, y esta acción, le invita a sacar sus propias reflexiones en formato de argumentos para volver a tender, de forma irremediable a compartirlas para expandir el goce o para evitar el sufrimiento, en toda la comunidad de afines, con los que empatiza.
Lo cierto es que, desde la revolución Industrial, el ser humano ha acumulado experiencia e información suficiente como para mantener el diálogo, solo sobre un punto del sistema, hasta 7 veces 7, o el mismo infinito y de alguna forma, simplemente ha podido terminar de implementar un soporte tecnológico para satisfacer su necesidad de socialización, de forma totalmente natural, a pesar de los pesares y de los vanos intentos por sostener status quo donde solo hay que creer en el perfecto y atrayente discurso de Tenorios, incapaces de establecer relaciones comprometidas, a lo largo del tiempo.
¿Quien creó las redes y estimó su uso rutinario, no fue el ser humano para satisfacer una necesidad? Siendo una de las máximas corporativas, satisfacer necesidades el sustento de sus nichos de negocio ¿Porqué no empezar ya a construir una Reputación como miembro influyente de la comunidad donde se habita?