Por tanto, no voy a entrar en lo bueno que tienen las redes sociales, como conectar a personas de todo el mundo, facilitar las relaciones sociales de los más solitarios, permitir a familias separadas estar en contacto y un largo etcétera. Tampoco me demoraré en lo malo que todos sabemos: la adicción que producen en muchos, la realidad personal distorsionada que se ofrece en ellas, la sustitución del contacto cara a cara por el virtual y una extensa retahíla de defectos.
Pronto me di cuenta de que no podía dedicarle mi vida al blog, pues hace años estas redes tenían un auge tremendo y eran cientos y cientos las personas que pasaban por él cada día, algunos muy próximos a mis intereses y otros muy alejados de los mismos. Con el paso del tiempo y las ideas bastante claras, decidí mantener este Cobijo y llegamos a una relación satisfactoria para ambos: absoluta libertad, lo que implica que vengo a él cuando puedo y me apetece y me alejo si he de atender otras cuestiones que estimo prioritarias.
Todo iba bien mientras Blogger funcionaba de manera predecible, aun cuando los blogs empezaron a perder lustre, interés y visitantes de forma gradual, que emigraban en manada a otras redes más inmediatas y menos artesanas. No sé si a consecuencia de ese auge de otras redes sociales en detrimento de los blogs, Google se sacó de la manga Googgle +, cuya existencia no me parece mal si no intentara a toda costa absorber al ya lánguido Blogger.
Al poco de aparecer Google +, un aviso que interpreté como una recomendación de mejoría inminente (¡qué ilusa fui!), me llevó a enlazar el blog con Google +. Resultado: perdí todos los comentarios de Blogger y los visitantes de Blogger que no usaban Google + no podían comentar ya en el Cobijo, con lo que recibía comentarios de estos vía correo electrónico.
A primeros de este año, tras tantos y tantos correos de queja por no poder comentar en el blog, retorné a Blogger. Entonces perdí todos los comentarios recibidos durante la fase de Google +. Me resigné a este disparate hasta que surgió mi indignación cuando, en la entrada anterior, Aristos Veyrud realizó un comentario que recibí por correo electrónico como un comentario a dicha entrada y que no me explico por qué extraña razón no apareció reflejado allí. No entiendo cómo ocurren estas cosas. No lo sé y me disgusta, lo cual suma puntos en mi disgusto con la mecánica del blog. Si le doy a un botón, no pueden comentar los de Google + y sí los de Blogger. Si le doy a otro botón, acceden los de Google + y no los de Blogger. ¿Es que no existe la posibilidad de que el blog pueda admitir a todos, tal y como me gustaría, tal y como ocurría hace ya bastantes años? Ahora todo es más sectario y complicado tras la creación de Google +, está visto. Y haga lo que haga, fastidio a alguien sin pretenderlo.Y para qué hablar de las otras redes sociales… Con respecto a las que conozco por haberme metido en ellas, también observo la decadencia, el aumento de la publicidad constante, el hecho de que solo vea las publicaciones de una decena de amigos (por ejemplo en Facebook, que tengo más de 4900 y solo veo pasar, día tras día, las de unos pocos; y, hablando de Facebook, o de Blogger, o de Google +, que ya no sé quién es el responsable, me han dejado a cero los likes del Cobijo).
Así van las cosas es estos escaparates públicos. Pero no me quejaré, porque si sigo en ellos, aunque sea de forma esporádica y a mi aire, es porque me dan bastantes satisfacciones, sobre todo por la oportunidad de conocer a personas muy interesantes.