La reciente aprobación de la
adquisición parcial de las operaciones estadounidenses de TikTok,
liderada por un consorcio que incluye a Oracle, bajo el amparo de un decreto ejecutivo firmado por el presidente Donald Trump en septiembre de 2025,
marca un punto de inflexión en la geopolítica digital global. Este
acuerdo, valorado en unos 14 mil millones de dólares, no se limita a un
mero traspaso de activos tecnológicos; representa una maniobra
estratégica que entrelaza de manera confusa los intereses de la
seguridad nacional estadounidense, la expansión del capital tecnológico
de Silicon Valley y la agenda belicista de Israel. Esta arquitectura de influencia se logra mediante la combinación estratégica de tres pilares fundamentales: el control absoluto sobre la infraestructura física de los datos, es decir, los servidores y la red neuronal de la nube a través de Oracle Cloud; el dominio del principal conducto cultural y noticioso para la juventud global, que no es otro que el algoritmo de TikTok y, en un movimiento de ajedrez magistral, la captura de los canales de noticias tradicionales que durante décadas han marcado la agenda del debate público en EE.UU., como CBS y la codiciada CNN.
Por Lic. Alejandro Marcó del PontLas armas cambian con el tiempo; la más importante son las redes sociales (Benjamin Netanyahu)
Esta tríada conforma un circuito
cerrado de poder, un ecosistema perfecto donde un mensaje puede ser
generado, amplificado, legitimado y distribuido a través de todos los
vectores de información relevantes, desde la pantalla del teléfono
inteligente de un adolescente hasta el noticiero de la noche en la
televisión abierta.
Esta nueva geopolítica de los
algoritmos, un campo de batalla abstracto, pero de consecuencias
tangibles, define cada vez con mayor crudeza a la infraestructura
tecnológica no como un mero facilitador, sino como un componente central
e indisociable del poder político duro. El marco que aquí se analiza
—la convergencia de la computación en la nube, el control algorítmico de
las redes sociales y la consolidación de recursos mediáticos— nos
ofrece un ejemplo de manual, un caso de estudio, de cómo se
instrumentaliza este nexo tecnológico con fines estatales e ideológicos
precisos. Es por esta razón primordial que la decisión regulatoria en
torno a TikTok, disfrazada de protección al ciudadano, pone de relieve
una característica estructural profunda de la gobernanza moderna: la
progresiva y acelerada privatización de la soberanía.
Los estados, en su afán por mantener
una ventaja en la guerra cognitiva, están externalizando sus funciones
más sagradas —la seguridad, la información, la formación de la opinión
pública— a entidades corporativas cuyos intereses no siempre, o casi
nunca, se alinean con el bien común, sino con una agenda ideológica y
comercial específica.
La pregunta que surge, entonces, es de
una complejidad abismal: ¿cómo se construye exactamente este ecosistema
de control? Lejos de las teorías conspirativas simplistas, la respuesta
yace en la fría lógica del capitalismo de vigilancia y el complejo
militar-industrial. Imaginen, si lo prefieren, una vasta e intrincada
red de hilos invisibles que conectan, de manera sistémica, la
tecnología, el dinero y el poder coercitivo con el objetivo último de
moldear lo que usted ve, en lo que piensa y, quizás lo más crucial, a lo
que teme.
No se trata de una conspiración en la
sombra, sino de la operación natural de un ecosistema
corporativo-estatal maduro, donde empresas como Oracle y Palantir actúan
como campeones nacionales, vendiendo herramientas de inteligencia
artificial de doble uso para dos fines que son las dos caras de una
misma moneda: la guerra física, mediante bombas guiadas por algoritmos y
sistemas de selección de objetivos automatizados, y la guerra
cognitiva, mediante el control sutil o descarado de las narrativas que
circulan en las redes sociales.
Este modelo, que podemos definir sin
sutileza como un modelo de triple amenaza, opera como un sistema de
influencia que se refuerza a sí mismo de manera recursiva, integrando
tres capas de poder distintas, pero profundamente interdependientes,
creando un circuito de retroalimentación casi imposible de romper.
La primera capa, la columna vertebral física y digital de todo el entramado, es la nube de Oracle
. Oracle Cloud Infrastructure (OCI)
no es solo un proveedor más de servicios en la nube; aspira a ser, y en
muchos aspectos ya lo es, el sistema nervioso central que proporciona
el hardware fundamental de los sofisticados servicios de inteligencia
artificial y aprendizaje automático necesarios para gestionar flujos de
datos masivos y globales. De acuerdo con los meticulosos datos
proporcionados por el
BDS Movement,
ya en 2019, Oracle alquiló un centro de datos subterráneo en Har
Hotzvim, en la Jerusalén ocupada, un movimiento estratégico diseñado
para proporcionar a la banca, los fondos de inversión del sector salud
y, de manera más significativa, a las fuerzas militares israelíes,
servicios de procesamiento de inteligencia artificial y almacenamiento
de información de la más alta sensibilidad. Este compromiso se
profundizó en 2021, cuando Oracle se convirtió en la primera empresa
tecnológica multinacional en vender servicios en la nube directamente
dentro de los territorios ocupados.
La segunda capa de esta triple amenaza
es, por supuesto, la adquisición del control algorítmico sobre TikTok.
En el marco del acuerdo, Oracle no solo alberga los datos de los
usuarios estadounidenses; administra, custodia y, lo que es más crítico,
opera el motor de recomendaciones, la palanca política y cultural más
poderosa y sutil de la plataforma. Este control sobre el algoritmo, ese
conjunto de reglas opacas que decide qué contenido se viraliza y cuál se
desvanece en la oscuridad, le concede a Oracle una capacidad sin
precedentes para la promoción o supresión de narrativas a una escala
continental, moldeando la opinión pública con una precisión que los
regímenes autoritarios del siglo XX ni siquiera podían soñar.
Estamos hablando de la fuente
principal de noticias para una quinta parte de la población
estadounidense y, de manera aún más crítica, para cuatro de cada diez
jóvenes entre 18 y 29 años. La instrumentalización de este canal para
promover un algoritmo inherentemente proisraelí, diseñado para erosionar
la empatía hacia el sufrimiento palestino y fomentar lo que los
psicólogos sociales denominan "desconexión moral",
es el resultado lógico y previsible de los compromisos ideológicos de
la empresa. Sobre todo, este aparato narrativo buscará, con toda la
potencia de su ingeniería, revertir la catastrófica pérdida de
supremacía moral que Israel ha sufrido en la escena global a raíz del
exterminio en Gaza, limpiando la imagen de un Estado acusado de crímenes
de guerra ante las generaciones que definirán el futuro.
Completa este triunvirato de poder el
embudo de contenido, es decir, la consolidación de medios de
comunicación tradicionales bajo un mismo paraguas ideológico. La visión
de un mismo conglomerado, o de accionistas mayoritarios alineados,
controlando simultáneamente los medios de comunicación que marcan la
agenda tradicional, como CBS News y la siempre influyente CNN —esta
última objeto de deseo en el tablero de Warner Bros. Discovery—, junto
con la plataforma dominante de cultura juvenil, TikTok, garantiza una
coherencia narrativa orwelliana.
Esta integración vertical permite a
Oracle, y a los intereses que representa, promover un mensaje unificado,
una sola y gran verdad oficial, que se filtra desde los programas de
televisión matutinos, pasa por los noticieros de máxima audiencia de la
tarde y se replica, de forma aparentemente orgánica, en los videos
cortos y virales que consumen los jóvenes en sus smartphones. Es la
creación de un universo informativo cerrado, donde la disonancia
cognitiva se minimiza y la alternativa se vuelve inaudible.
Este entramado encuentra su doctrina
operativa en el concepto de "guerra cognitiva", un dominio emergente que
los estrategas militares identifican como el más decisivo del siglo
XXI. La guerra cognitiva no apunta a destruir infraestructuras físicas o
aniquilar batallones enemigos; su objetivo es infinitamente más
ambicioso y pernicioso: atacar las percepciones, los procesos mismos de
toma de decisiones de poblaciones enteras.
La adquisición del control algorítmico
de TikTok por parte de Oracle debe entenderse, sin lugar a duda, dentro
de esta definición. No es una exageración; es una descripción precisa
de su función estratégica. El propio primer ministro israelí, Benjamín
Netanyahu, un actor que ha comprendido como pocos el nuevo paradigma,
reconoció la naturaleza de este cambio cuando, refiriéndose a la
adquisición, la calificó con desparpajo como "la compra más importante
del momento", afirmando sin rodeos que las armas más vitales en el mundo
contemporáneo ya no son los tanques o los cazas de última generación,
sino las "redes sociales" y la capacidad de dominar su narrativa.
La existencia del ahora expuesto
proyecto "Iron Words" (Palabras de Hierro) proporciona, en este sentido,
una prueba empírica definitiva. Las revelaciones muestran que Oracle
colaboró de forma activa y entusiasta con varios ministerios israelíes
en este proyecto, cuyo objetivo declarado era, textualmente, "ayudar al
país a promover el contenido proisraelí y contrarrestar las narrativas
críticas en TikTok, Instagram y Twitter". Aquí no se habla de una
capacidad hipotética o de una potencialidad futura; se describe un arma
operativa, explícitamente caracterizada en el material original como "un
arma puesta al servicio de la propaganda, en ese teatro de operaciones
que hoy se ha vuelto fundamental, como el propio Netanyahu sabe: la
guerra cognitiva". Este no es un plan secreto; es la implementación
práctica de una estrategia que ahora se consolida con el control de
TikTok. Es la institucionalización de la propaganda a escala industrial.
Los lazos de Oracle con el aparato de
seguridad israelí van mucho más allá de la guerra cognitiva y se
adentran en el terreno de la guerra cinética más letal. Larry Ellison,
el carismático y beligerante cofundador de Oracle, es conocido como un
importante donante de organizaciones como los "Amigos de las Fuerzas de
Defensa de Israel" (FIDF), un grupo que proporciona apoyo moral y
material a los soldados israelíes. Pero es quizás la figura de Safra
Catz, la directora ejecutiva de Oracle, la que personifica de manera más
nítida esta fusión entre el capital tecnológico y el proyecto sionista.
Nacida en Israel y confidente cercana del primer ministro Netanyahu,
Catz ha reafirmado de manera pública y repetida la postura militante de
la empresa. Tras los atentados del 7 de octubre de 2023, Catz no solo
exigió que la inscripción "Oracle apoya a Israel" se exhibiera de forma
obligatoria en todas las pantallas de la empresa en más de 180 países
—un acto de proselitismo corporativo sin precedentes—, sino que fue más
allá, advirtiendo explícitamente a sus empleados en un comunicado
interno: "si no estás a favor de Estados Unidos o Israel, no trabajes
aquí".
Las consecuencias militares de esta
profunda intervención de las grandes tecnológicas no se manifiestan
únicamente en herramientas de guerra cognitiva como Iron Words. En este
punto, el caso de Palantir Technologies se erige como el eslabón
paralelo y crítico, la demostración palmaria de la convergencia
estratégica final entre las plataformas de datos de Silicon Valley y una
logística militar. La empresa ofrece un conjunto completo de
herramientas de inteligencia artificial de grado militar,
meticulosamente diseñadas para la inteligencia operativa y la toma de
decisiones en el campo de batalla: su Plataforma de Inteligencia
Artificial (AIP) es capaz de analizar miles de objetivos enemigos en
tiempo real y proponer planes de batalla automatizados, proporcionando
una ventaja decisiva en velocidad y letalidad.
La relación entre el complejo de
inteligencia artificial militar, encarnado por Palantir, y el complejo
de inteligencia artificial narrativa, personificado por la alianza
Oracle-TikTok, es fundamentalmente simbiótica y se alimenta mutuamente
en un ciclo virtuoso para el poder y vicioso para sus víctimas. Las
herramientas de análisis de datos de Palantir, requieren para su
funcionamiento y perfeccionamiento un acceso constante a un vasto
ecosistema de datos, incluyendo las grandes plataformas comerciales en
la nube de empresas como Oracle y, de manera especialmente relevante,
los datos sociales y de comportamiento provenientes en tiempo real de
plataformas como TikTok.
En definitiva, las alianzas
Oracle-TikTok y Palantir-Fuerzas de Defensa de Israel definen una
poderosa y aterradora tendencia de nuestro tiempo: la privatización
progresiva e imparable de funciones estatales críticas, específicamente,
el control de la información pública y la logística de la guerra, por
parte de plataformas de nube comerciales integradas verticalmente y
dotadas de una agenda ideológica propia. La centralización de este
trinomio de poder —el poder computacional bruto de Oracle Cloud, el
poder narrativo y cultural de TikTok, CBS y CNN, y la inteligencia
militar cinética de Palantir— elimina de facto cualquier distinción
funcional que pudiera quedar entre los intereses estatales legítimos y
los objetivos ideológicos y de lucro corporativos en el conflicto
global. Lo que emerge no es un simple cártel tecnológico, sino un nuevo
tipo de soberano, un poder híbrido que opera por encima de las
fronteras.
Lic. Alejandro Marcó del Pont