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Hace cinco años por estas fechas, la entonces vicepresidenta del gobierno de España, María Teresa Fernández de la Vega, se declaraba orgullosa y satisfecha del voto expresado unos días atrás por los diputados socialistas españoles en el Parlamento europeo en favor de la Directiva de Retorno. Lo hicieron en el mismo sentido que el Partido Popular y los fascistas de la Liga Norte. Y en contra de sus correligionarios europeos, que mayoritariamente optaron por el no o la abstención.
Supongo que ese orgullo y satisfacción de la vicepresidenta no fue extensivo al voto emitido por los también diputados socialistas españoles Josep Borrell y Raimón Obiols, que lo hicieron en contra de la Directiva, y de Martí Graus, que optó por la abstención.
Dicen que la política es el arte de lo posible, y por tanto es posible que la decisión adoptada ayer por la mayoría de nuestros diputados socialistas en el Parlamento europeo haya sido la correcta, pero no deja de producirme un enorme desasosiego e incomodidad.Tanta renuncia a la utopía y tanto canto al realismo acabaron por desencantar a un gran número de votantes. A mi entre ellos... Y al columnista Enric González que en El País de aquellos días escribía una escueta y dolorida reseña, titulada "Europa", que comparto plenamente. Cinco años después seguimos igual, tirando a peor.
Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos.
HArendt