[Reediciones] Pensar y vivir apasionadamente: la amistad en Hannah Arendt

Por Harendt

Por fin, después de meses de búsqueda y espera recibí, en julio de 2008, remitida por la Librería Beatriz de Madrid, la biografía de mi admirada Comencé a buscarla nada más leer en Revista de Libros la reseña que de las dos biografías citadas había hecho en el número de febrero de ese mismo año el filósofo y profesor de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Jordi Ibáñez Fanés, en un artículo titulado En su ensayo "La crisis de la cultura" (incluido en el libro Hannah Arendt , la gran pensadora estadounidense de origen judeoalemán, escrita por Laure Adler, "Hannah Arendt" (Destino, Barcelona, 2006). Ya había leído su otra gran biografía, magnífica, de Elisabeth Young-Bruelh, del mismo título, "Hannah Arendt" (Alfonso el Magnánimo, Valencia, 1993), pero tenía muchos deseos de leer la de Adler, más intimista, a juicio de los críticos, que la de Young-Bruelh.
"Amistad y amor mundi: La vida de Hannah Arendt" .
"Entre el pasado y el futuro"), -dice Ibáñez Fanes al comienzo de su reseña- Arendt alude al criterio de acompañarse bien en esta vida y saber escoger los amigos, las ideas y las cosas. La conocida sentencia de Cicerón de que es preferible errar con Platón a tener razón con sus enemigos (Errare mehercule malo cum Platone [...] quam cum istis vera sentire), y que Hannah Arendt cita en este mismo contexto, entreabre una puerta por cuyo resquicio es posible entenderla a ella y al contenido de verdad que ella misma dio a su vida. El arte de escoger a los amigos, el juicio para conocer a las personas más allá de sus aciertos y desaciertos, no es una actividad incidental o privada: es donde comienza el primer círculo de la acción política, de una existencia decente capaz de reconocer y producir sentido. En el mundo ­estropeado por los totalitarismos es, además, un modo de supervivencia y de heroísmo.
Para comprender a Hannah Arendt -sigue diciendo- hay que asumir su concepto de la amistad: exigente, generoso, dinámico, tenso, profundo, leal. Su relación con Heidegger, por ejemplo, va mucho más allá de un enamoramiento de juventud guardado en el relicario de la propia vida. Se convierte en una forma de amor impresionante a partir del momento en que resulta a todas luces incomprensible (si no se ve todo desde un prisma hecho de entrega y generosidad). No es que Hannah Arendt le perdone a Heidegger su deriva nacionalsocialista. Es que simplemente se sobrepone, se coloca por así decirlo más allá de las miserias y debilidades del pobre Martin, y acude a él en sus años más oscuros, como el "rey escondido" que fue pero ahora ya destronado, simplemente para retomar un diálogo tan necesario para ella como para él. Podemos pensar que, en plena barbarie nazi, Hannah Arendt (como Jaspers, como tantos otros amigos) hubiera podido morir ante la puerta de Heidegger sin que ésta se abriera. Es duro pensarlo, pero no tenemos motivos más razonables para no pensarlo, visto el comportamiento del filósofo durante esos años negros. Y, sin embargo, ahora ella va en su busca, le ahorra esta imposible palabra de la disculpa, que él nunca pronunciará, le vuelve a ofrecer su amistad, su amor incluso. A partir de aquí (verano de 1949), Hannah Arendt no dejará de buscar y apreciar el contacto con su antiguo maestro, a pesar de no encontrar en él nunca, o sólo muy al ­final, un reconocimiento por sus propios libros. Deja huella este modo incondicional de entender y de vivir la amistad, dejándola que se alimente de la propia claridad y de los hábitos irre­gulares, y en cualquier caso cómicamente oraculares, de Heidegger como corresponsal. Si se comparan las cartas de Arendt con las de Heidegger, se descubre de inmediato dónde está la filosofía más profunda y dón­de que­da simplemente la que más imposta la voz.

¿Cuál de las dos biografías reseñadas -dice el profesor Ibáñez al final de su artículo- elegir? La de Young-Bruehl -puntualiza- fue escrita en 1982 cuando toda la correspondencia de Hannah Arendt estaba inédita, pero la autora era alguien que la conoció y estuvo muy cerca de ella en los últimos tiempos. La de Laure Adler es de 2005, y aunque también trabaja con material inédito, buena parte de las grandes colecciones de cartas (a Jaspers, a Heidegger, a Blücher, a McCarthy) ya eran bien conocidas. La de Young-Bruehl -añade- es algo más distante, la de Laure Adler es más empática. Young-Bruehl nos muestra un recorrido intelectual forjándose a sí misma en juego con el mundo; Laure Adler nos muestra a una mujer en busca de sí misma en juego con los demás.
Como señala el profesor Ibáñez Fanés, después de leída la de Adler en paralelo con la de Young-Bruehl, solo cabe decir que las dos son excelentes y extraordinarias biografías. Que donde no llega la una, llega la otra, y que las dos se dan apoyo mutuo. ¿Para qué elegir, pues, -concluye su reseña- si Hannah Arendt no fueron dos, sino una: profunda, coherente, formidable y de una pieza?t
Aparte de recomendarles la lectura de la reseña en el enlace de más arriba, y animarles a la lectura de cualquiera de las biografías de Hannah Arendt citadas, les invito a ver el documental que para el canal de televisión franco-alemán Arte hizo el realizador Jocken Kölsch sobre la vida y la obra de Hannah Arendt, que lleva el sugestivo título de "Hannah Arendt: Pensar apasionadamente". Está en francés, pero subtitulado en español. Pueden verlo al final de la entrada.
Una última puntualización: de mi admiración por Hannah Arendt deviene el seudónimo con el que firma sus entradas el autor de este blog. Seguro que mis amigos comprenden las razones.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos.

"Hannah Arendt: Pensar apasionadamente"