Desaparecer tumultuosamente, hacer un parón en el vivir, oscurecerse en mitad de un mes soleado, callar sin hacer ruido. Darse la vuelta para recogerse y esperar un tiempo nuevo hasta que aparezca algo mejor, hasta que la tormenta amaine o deje de inundar corazones exprimidos. Mejor será quitarse de en medio provisionalmente mientras queden ganas de volver a vernos y que todavía sea divertido. Entonces el reencuentro será valioso aunque todo haya cambiado porque, los que se niegan a cambiar se verán arrastrados por los cambios, o lo que es peor, serán pasto de la tumultuosa desaparición. La felicidad siempre estuvo en manos de la dúctil levedad. De goma fueron los deseos más profundos e inapreciables. Tras una despedida obligada quedan motivos para el reencuentro. Subir al pico de la confianza otorga buenas y malas caídas, pero sin temor a equivocarme, concluyo que siempre merecerá la pena.
A pesar de todo, ese todo no ha podido conmigo y estoy deseando volver a brindar contigo, ahora que ya no salimos a asustar de risa en la ciudad.