Referencias, marcas, citas y canciones

Publicado el 29 julio 2014 por Escrilia @escrilia

Etiquetas

canciones, citas, escribir, literatura, marcas, novelas, referencias

La historia que cuenta cada escritor en su novela es una vía de comunicación con el lector, pero una vía de un sólo sentido. Si bien luego recibirá críticas, valoraciones y comentarios, en principio se lanza todo el discurso, toda la historia y no se puede ir viendo la reacción de nuestro lector al paso de los capítulos para ir adaptando el discurso. Esto implica que usted como escritor deba estar muy atento a las hipotéticas reacciones de su lector imaginario, ese a quien le está escribiendo en este momento y también que usted quiera transmitir su mensaje de la forma más clara posible.

Es bien sabido el consejo a nuevos escritores que dice “escribe sobre lo que sabes” y muchas veces lo hacemos literalmente, citando lugares y cosas que conocemos, esperando que el lector sintonice con nuestro subtexto y así transmitir mucho más que lo que se intuye “en superficie”. Hay una fina y escurridiza línea entre la referencia incomprensible y la cita que aporta su precisa carga de significado.

Leon Tólstoi dijo a su manera (“pinta tu aldea…”) que hay que escribir sobre lo que conocemos, que todo lo que afecte a una persona es suficientemente universal para ser comprendido por todos, pero esto tiene sus limitaciones. Así como al momento de escoger un tema de escritura no podemos ser demasiado específicos y personales so pena de que nadie comprenda nuestro escrito, en el apartado de las referencias tampoco debemos permitirnos ese error.

Concretamente cuando mencionamos un lugar sólo por su nombre, sin más referencias estamos dándole trabajo de investigación a nuestro lector para captar el sentido que queremos transmitir, salvo que nuestra mención sea ampliamente difundida y conocidos sus significados. No es lo mismo decir que nuestra pareja protagonista hizo un viaje fugaz a París que escribir que fueron a Nördlingen. Aunque usted conozca de sobra el segundo sitio y crea que su sola mención aporta una serie de sensaciones y estados emocionales, piénselo bien. Con el primero se sobrentiende el deseo, la complicidad de una escapada en pareja: el romanticismo. Con el segundo no se entiende nada, salvo que explique de forma literaria (muestre, no cuente, con todo el espacio, tiempo y desviación de la historia principal que implica) que es un encantador pueblo de Baviera, Alemania, que parece de cuento hadas y se encuentra dentro de la Ruta Romántica Europea. La segunda referencia no sólo habría creado confusión en la mayoría de nuestros lectores, sino que en muchos provocaría un efecto contrario al buscado.

Si en su argumento no es de suma importancia que sus protagonistas vayan a Nördlingen y usted sólo lo ha puesto para hacer ver que están enamorados, opte por París (o Venecia, si le agrada más) y asegúrese la correcta recepción del mensaje.

Pasa lo mismo cuando mencionamos una marca o modelo específicos de algo, para apropiarnos de las cualidades que eso tiene y transmitirle significados al lector. Es un error muy común cuando nos referimos a coches, artículos de lujo, tecnología y armas. Si bien hay algunas marcas que aportan prestigio, esa referencia va perdiendo fuerza mientras más específicos nos ponemos.

Está bien decir que su protagonista, una ejecutiva de élite, conduce un coche deportivo de lujo, pero quizás esté usted siendo muy genérico y restando definición y detalle a su novela. Sería mejor mencionar que se pone tras el volante de su Ferrari. En la misma línea servirían Porsche, Masseratti, Lamborghini, Bentley… pero sería demasiado decir que “sube a su C-x16”, porque si bien habrá gente que sepa que es un modelo de Jaguar, la gran mayoría no lo entenderá.

Peor es si agregamos que lleva su “Tour de L’lle” y de pronto suena su “Constellation”. Nadie dudará (tras un paso por Google) que estos modelos son lo más lujoso en éste momento y el verdadero entendido sabe que el primero es un reloj de más de un millón de euros de la marca Vacheron Constantin y el segundo es un teléfono exclusivo de la casa inglesa Vertu. Pero usted no escribe para entendidos (o no debería hacerlo), escribe para todos, y entonces será conveniente buscar el equilibrio en entre exclusividad y difusión, ese punto intermedio que asegure que su protagonista es como es y que todos lo entiendan así.

En el tema de la tecnología, además del desconocimiento de los modelos específicos, existe el riesgo añadido de quedar desactualizados muy rápido. Entonces, que nuestro personaje utilice ese aparato en particular hará ver en qué momento se escribió esa escena y lo que usted consideraba como el “no va más” en tecnología el lector lo percibe como viejo y obsoleto. Ya sé que cada historia tiene una situación temporal específica y el lector debería entenderlo así, pero me refiero aquí a la búsqueda de aportar información, sensaciones y significados usando referencias y en esto se consigue el efecto contrario a lo que se busca mientras más específica es la mención.

Los modelos de teléfonos móviles cambian de dos a tres veces por año, por eso usted debe recurrir a frases del tipo “… sacó del bolsillo el último modelo de móvil de Apple” para que nuestro mensaje llegue al lector como queremos, porque si pone “… sacó un iPhone 5s”, al momento en que llegue su novela a las librerías irán por el iPhone 9 y su comentario hará ver que su personaje tenía un teléfono viejo.

En cuanto a las armas, es bueno hacer una investigación previa para que usted entienda de qué habla cuando menciona un arma específica, pero su objetivo será siempre dejarle claro el mensaje al lector aunque quite el nombre o modelo del arma de la frase.

El duelo era desigual: Jonás se presentó cargando su 21 A Bobcat mientras Carla estaba esperándolo en medio de la avenida con una TAR-21

¿Desigual? Los dos nombres de armas tienen un 21 (pensará el lector) y en el caso de no ser iguales, ¿quién lleva las de ganar? Póngase en el lugar del lector. Cuando no comprende cabalmente el significado de una referencia lo sustituye con la palabra conocida más próxima:

“El duelo era desigual: Jonás se presentó cargando su arma mientras Carla estaba esperándolo en medio de la avenida con un arma

Esta frase precisa explicaciones. Simplemente no se entiende que Jonás tiene una pequeña pistola de bajo calibre que carga 7 balas, mientras Carla disparará un fusil de asalto con munición más grande y una cadencia de hasta 900 proyectiles por minuto.

Si usted tuvo que buscarlo en internet para saberlo, lo más probable es que el lector también deba hacerlo, interrumpiendo la fluidez de la lectura y haciendo ruido en el mensaje. La otra opción es que su lector lo pase por alto, dejando un hueco en la comprensión del texto que tratará de llenar con la escena siguiente. Esto atenta contra el ánimo de recepción del mensaje, en pocas palabras, esto molesta al lector. Y no queremos un lector molesto, porque estará más cerca de dejar de leer nuestra historia.

Otra forma de hacer referencias es utilizar citas y frases de terceros. Esto conlleva el peligro de caer en clichés y obviedades a los que el lector reaccionará con fastidio cuando las conozca y con indiferencia cuando no. Una enseñanza, un consejo, una observación tienen muchas formas de ser presentadas en la novela y no serán más importantes o verídicas porque las haya dicho alguien antes. Procure evitar las citas salvo que su personaje requiera de este rasgo para definir su perfil. Las citas, entonces, no las dirá usted como escritor (instruyendo, sermoneando o sentenciando de modo paternalista), estarán en labios de un personaje y su lector apreciará la diferencia.

Hay escritores en los que la música es crucial en sus relatos, como parte de la definición de un lugar o un personaje (personalmente considero que es un rasgo muy importante a tener en cuenta), pero aquí pasa lo mismo que con las marcas y modelos, la referencia musical más efectiva es la que precise menos explicaciones, para no abandonar el argumento e irse por las ramas tratando de darle sentido a que su protagonista escuche una grupo de música en particular.

Todos (bah, la mayoría) sabemos a qué nos referimos cuando decimos que tal personaje “… escuchaba todo el tiempo a Bob Marley”, hasta nos podemos hacer una imagen mental de la persona. Pero eso no ocurre si usted dice “… y en su iPod siempre estaba sonando Porcupine Tree” es simplemente una referencia críptica que no aporta nada, salvo para el escaso número de sus lectores que conozcan esta banda psicodélica (y podría haber puesto una aún menos conocida).

La música, como la lectura, nos influye mucho en el carácter y nuestra forma de pensar, hasta el punto de querer transmitir lo mismo que tal o cual cantante nos hizo sentir y para eso usted decide escribir la letra (toda o en parte) de una canción en su novela. ¡Alto! Esa es una obra intelectual sujeta a derechos de propiedad que no puede simplemente trascribir a su texto.

Por supuesto existen formas de hacerlo, si la cita es breve (dos o tres frases) basta con citar claramente en las notas o en el anexo los datos de referencia (canción, autor, álbum, fecha, dueño de los derechos y compañía discográfica).

Si quiere utilizar más que eso, como estrofas completas o toda la letra, deberá ponerse en contacto con el compositor de la canción o el titular de los derechos de autor y obtener un permiso para su utilización, explicándole cómo hace la referencia, en qué parte de la obra aparece y con qué sentido. Estos permisos luego deberán añadirse a las notas de edición, adjudicándole el texto y los derechos a quien corresponde.

Volviendo al tema y en conclusión, la importancia de la referencia está de la mano del significado que aporte al texto y esto depende directamente de la posibilidad de comprensión que el lector tenga de esa referencia. No es bueno ser demasiado ambiguos o vagos, pero cada grado que nos acercamos a lo específico requiere de mayor conocimiento y reduce nuestro público.

Está en nuestro criterio encontrar el equilibro que nos permita expresarnos claramente para el mayor número de personas.