REFERIDO A LA ORACION o PEDIDO. Silo 1974

Por Ebass

"Cuando el hombre se siente muy solo y cuando el hombre se siente en encrucijadas, y no sabe cómo resolver tales situaciones, siente la necesidad de orar. En esos casos, nosotros decimos: es interesante la oración en la medida en que sea un acto de bondad interna, un acto de reconciliación consigo mismo y un acto de unidad consigo mismo."

¿Han observado qué sucede cuando uno ora, cuando uno reza, cuando uno pide? Suceden muchas cosas. Pero antes de esto. ¿Por qué uno ora, o por qué uno pide, o por qué uno reza? ¿Solamente por la educación, que en algunos es cristiana, en otros es mahometana, en otros es judía, etc.?

¿Solamente por eso o porque existe en el hombre un mecanismo interno de pedido? ¿Acaso no hay gente de extracción atea que de todas maneras quiere que sus deseos se cumplan? ¿Gente que apela a conjuros, gente que apela a la superchería, a la pata de conejo, a lo que les guste, para que sus deseos se cumplan? Claro que eso no lo hacen invocando a ningún Dios, este mecanismo de pedido está no sólo en la raíz de la conciencia humana, está en la raíz de la conciencia animal. Tiene que ver con un fenómeno que nosotros llamamos tonicidad muscular.

La tonicidad muscular en términos muy generales se basa en lo siguiente: a toda imagen mental corresponde una tendencia corporal. Ejemplo: imagino una línea que va de izquierda a derecha en una pizarra. Estiro el brazo, si alguien empuja mi brazo en la dirección de la línea, va más fácil que en la dirección opuesta.

Veamos otro ejemplo: estamos jugando una partida de billar, lanzo la bola, quiero hacer carambola, la bola no llega y con mi cuerpo "empujo" y mi contrincante con su cuerpo "empuja" en sentido opuesto. La imagen es seguida por una tensión muscular. Si ustedes imaginan la casa en que viven, según la ubiquen a diestra, siniestra o en otra dirección, van a ver cómo su cuerpo también va en la dirección en que imaginan la casa: tensión muscular y tonicidad muscular. De manera que según imagine una cosa o imagine otra, los músculos del cuerpo van a tensarse en esa dirección.

Esto no es tan extraño, esto nos sucede a cada rato, nos sucede diariamente. Y entonces, la tendencia que nuestro cuerpo siga, las imágenes que nuestro cuerpo sigua, en ocasiones se plasman en forma de "pedido". Si ustedes imaginan a Dios muy por encima, a un Dios muy grande manejando todo el Universo, e imaginan al hombre pequeño en relación con este Dios, van a ver cómo todo el cuerpo tiende a desaparecer, tiende a achicarse, tiende a contraerse. En la medida en que Dios se agranda yo disminuyo. Sería un atrevimiento muy grande hacer un pedido a Dios poniéndome a su altura. Nadie puede tentar a Dios de ese modo. Dios va a conceder a mi humilde plegaria cuanto más humilde sea, cuanto mi actitud y mi unión correspondan más a ese pensamiento.

Por una parte Dios aumenta, yo disminuyo. Cuanto más grande es Dios, mayor debe ser mi humildad, mayor mi reducción. Por una parte eso. Pero por otra parte Dios está en los cielos. Como Dios está en los cielos, entonces mis ojos se van para arriba. ¿Y qué tienen que ver los ojos con esto? Ustedes recordarán las hazañas de la casta sacerdotal egipcia, que colocaban a 15 cm. de distancia aproximadamente una lanceta brillante delante de los ojos del paciente. Pero no sólo a nivel de visión, sino por encima del nivel. Esta lanceta brillante colocada por encima del nivel de visión hacía caer al paciente en un estado que luego investigó un señor Braid y que a partir de él se llamó "hipnosis". Ciertos estrabismos oculares, cierta línea de visión lanzada sobre la horizontal normal, provocan estados mentales especiales. Ustedes habrán visto numerosos cuadros de santos y de místicos, en estados de éxtasis. Todos estos santos aparecen con los ojos hacia arriba.

Nosotros no estamos negando los estados de éxtasis, estamos observando el fenómeno mecánico de la tonicidad muscular que acontece cuando se coloca la divinidad afuera y se la coloca por encima. Esto es nuestra segunda cuestión de interés.

Veamos la tercera y veámosla con ejemplos: mi padre está enfermo (siento gran afecto por mi padre), mi padre está hospitalizado, yo deseo que mi padre se recupere. Como no tengo en las manos muchas posibilidades apelo a Dios. Necesariamente trato de conectarme con Dios del modo que hemos dicho. Empiezo a trabajar con la imagen de Dios para hacer el pedido y descubro al poco tiempo que me olvidé de mi padre y que quedé conectado con Dios. De tal manera que mi relación horizontal, la que existía básicamente con mi padre, aquella que me hacía lanzar un pedido, ha sido escamoteada por una relación de tipo vertical. Resulta que ahora mi padre ha desaparecido y ahora lo que ha aparecido soberanamente es la imagen de Dios y la relación vertical de Él conmigo. A ustedes no se les escapa (siguiendo ese mecanismo mental) de qué manera, verticalizando el pedido y escamoteando aquello primero que habíamos pretendido hacer, escamoteando esto, se va formando un sistema de estamento mental; a ustedes no se les escapa que es fácil introducir luego castas sacerdotales y todo un escalafón hacia lo divino.

De manera que en la raíz del hombre, en su tonicidad muscular, en su mecanismo de pedido, está aquello de que el cuerpo se dirija a su objeto. Cuando aparece Dios y este Dios es externo al hombre, nos referimos a El en sentido vertical y es escamoteado el sentido de nuestro pedido. Estableciendo ese sistema vertical es fácil organizar luego también, un sistema de castas que nada tiene que ver con nuestro pedido, y que sí tiene que ver con lo terrenal. No vamos nosotros a ponernos a discutir si detrás de esto ha habido una intención o si se ha ido produciendo espontáneamente. Cuando a Jesús se le pregunta por Dios, en un momento dado dice "Dios está en vosotros", y eso sí tiene aire de familia. Pero en otro momento se le pregunta: ¿"y cómo debemos orar"? y él responde: "Decid así: Padre Nuestro que estás en los cielos"... esto ya es distinto. No está resuelto cómo es el sistema de la oración.

Cuando nosotros hablábamos de "oración" no apelábamos a ninguna divinidad externa, la considerábamos en su sentido psicológico, la considerábamos como una necesidad en el hombre, necesidad a la cual respondemos. Nosotros no negamos ni afirmamos la inmensidad de lo divino. Nosotros estamos hablando de la necesidad psicológica del hombre en determinadas circunstancias de su vida que lo llevan a orar. Cuando en el hombre surge la necesidad de orar, esta necesidad puede ser canalizada adecuadamente.

No estamos hablando de una beatería o de una fantochada, en donde uno tenga que ponerse a orar para que las cosas le salgan bien. Estamos hablando de que en determinadas circunstancias de la propia vida, surge la necesidad de la oración, o la necesidad del pedido. Cuando el hombre se siente muy solo y cuando el hombre se siente en encrucijadas, y no sabe cómo resolver tales situaciones, siente la necesidad de orar. En esos casos, nosotros decimos: es interesante la oración en la medida en que sea un acto de bondad interna, un acto de reconciliación consigo mismo y un acto de unidad consigo mismo.

Si mi padre está enfermo en el hospital y yo deseo su recuperación, surge en mí la necesidad de orar. Pero si yo me vuelco sobre mi mismo en un acto íntimo de bondad y de amor hacia mi padre y refiero la imagen de mi padre recuperándose, la relación que se establece entre él y yo no se pierde psicológicamente. Como estoy referido a él, todo mi cuerpo tiende a él y es mucho más probable que yo luego me preocupe por si le faltan medicinas o por si consigo antibióticos, o por algo que pueda hacer por él, antes que dejarlo referido a la divinidad que me hace olvidarlo.

Cuando nosotros entonces hablamos de oración, hablamos de oración interna que da unidad psicológica y que se refiere a aquello que tiene que ver con la vida cotidiana. Dejamos de lado otros aspectos, de los cuales son tan amigos los ocultistas (aspectos tales como la energía parapsicológica que puede desplazarse en la oración)