Aunque yo soy más de pedrero y no suelo frecuentar las playas de arena, hay algunas como el Playón de Bayas que siempre me gustaron, quizás porque al ser el arenal más grande de Asturies, con casi tres kilómetros de largo, nunca tienes sensación de agobio.
Una de las ventajas de las playas de arena frente a las de piedras, sobre todo si tienen poco desnivel, son los reflejos que aparecen sobre la arena húmeda cuando se retiran las olas. Hace un par de días, el cielo se llenó de nubes que presagiaban un cambio meteorológico por la llegada de un pequeño frente. Estas nubes suelen ser muy agradecidas y todo parecía indicar que el atardecer iba a estar animado. Durante los veinte minutos que pasaron desde poco antes de ponerse el sol hasta que empezó a oscurecer, las nubes y el cielo cambiaron continuamente de color y todos esos colores se fueron reflejando en la arena húmeda.
Mientras la luz iba despareciendo rápidamente, el rojo de algunas nubes altas se hizo más intenso y contrastaba con el amarillo de las flores de las dunas.
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