Hace unos años tenía un grupo de amigos en el gimnasio al que acudía después de mi jornada laboral. Eran tiempos felices en los que todos nosotros teníamos puestos de trabajo estables y la vida nos iba más o menos bien, sin grandes complicaciones. Cada tarde solía acudir a ese pequeño gimnasio de barrio, donde no había demasiados aparatos, ni unas instalaciones excepcionales, sin embargo, lo mejor de allí era la gente. El buen ambiente reinante y la confianza con la que nos tratábamos, me hacían sentir parte de una gran familia. Solíamos compartir risas y confidencias y cada noche, cuando regresaba a mi casa después de pasar allí un par de horas, me sentía más feliz y preparada para afrontar la jornada laboral del día siguiente.
Han pasado varios años y cada uno de nosotros, por una u otra circunstancia dejamos de acudir a ese gimnasio y con el paso del tiempo, también dejamos de vernos a diario, como suele suceder en la vida. Sin embargo, la mayoría hemos seguido en contacto. En estos últimos cinco años se han producido grandes transformaciones en nuestra vida y todos los que acudíamos a ese pequeño gimnasio hemos visto cómo nuestros puestos de trabajo estables, ganados con el sudor de la frente y muchas horas de esfuerzo y dedicación, se convertían en despidos improcedentes o veíamos cómo nuestros negocios se hundían con la crisis, convirtiendo en añicos nuestros sueños y nuestra carrera profesional. Casi todos hemos visto cómo la ilusión de mantener un hogar comprado con mucha ilusión y una gran hipoteca, corría la posibilidad de engrosar la lista de pisos con los que se queda el banco. Algunos de mis amigos incluso han sufrido rupturas matrimoniales o graves enfermedades, porque una cosa lleva a la otra y al final hemos visto desaparecer aquella época feliz en la que creíamos que ya teníamos encarrilada nuestra vida y todo aquello ha pasado a formar parte de un recuerdo, cada vez más lejano.
Hace unos días, uno de estos amigos del gimnasio me envió un mensaje que me tocó el corazón y me hizo reflexionar, en él me decía: "me siento solo y no hago otra cosa más que trabajar para intentar salir adelante". Entonces me di cuenta que a pesar de que vivimos rodeados de tecnología y pensamos que tenemos 200 amigos en Facebook y la posibilidad de poder comunicarnos con cualquier persona de cualquier rincón del mundo en este mismo instante, en realidad, los seres humanos nos sentimos solos, padecemos una gran soledad y yo misma he tenido esa sensación muchas veces en estos últimos años porque realmente, cuando tu vida atraviesa un momento complicado y sientes que tu futuro es incierto, no te apetece que te pregunten constantemente por tu situación. Entonces creas tu propia isla de soledad y te instalas en ella, creando un mundo aparte donde nadie puede volver a hacerte daño y convirtiéndolo en tu zona de confort.
No existe una solución para combatir la soledad que a todos nos habita en algún momento de nuestra existencia. Pero podemos darle la vuelta y convertir esta soledad en algo positivo, porque en realidad es parte de la vida de cada ser humano y como tal debemos aprender a conquistar nuestra propia soledad y ser felices en ella, sabiendo que es una etapa necesaria para llegar a conocer nuestra propia fortaleza y nuestra capacidad para hacer frente a las adversidades. Entonces te das cuenta que, a pesar de las dificultades, has podido seguir caminando y has llegado muy lejos y en ese camino no estabas solo, porque has aprendido a conocerte y a entender tu propio lenguaje.
Por otra parte, debemos pensar menos en nuestros propios problemas y mirar más a nuestro alrededor. Aunque creas que no tienes nada que ofrecer, una simple sonrisa tuya puede alegrarle el día a otro ser humano. Si tienes personas que te importan y a las que quieres, más que pensar qué regalo puedes hacerle en estas fechas en las que tendemos a gastar más de la cuenta, piensa en cómo puedes hacer feliz a esa persona y sobre todo ayúdale a que no se sienta sola y para ello debes estar a su lado y apretar su mano cuando lo necesite, respetando el momento personal o profesional que esté atravesando y comprendiéndole, a veces desde el propio silencio, poniéndote en su lugar.
Quizá en estos momentos estás haciendo balance del año que termina y piensas que no ha sucedido nada relevante que merezca ser recordado y esperas que por fin 2015 sea el gran año en el que puedas ver cambios importantes y positivos en tu vida. Pero más allá de lo que nos pueda deparar el nuevo año a cada uno de nosotros, me gustaría finalizar estas líneas diciéndote, que si estás atravesando momentos difíciles, no pienses que tu vida va a ser así siempre, ni tires la toalla dándolo todo por perdido y sobre todo, no dejes de creer en ti ni en tus sueños, es algo que siempre intento transmitir a todas las personas, porque realmente la posibilidad de éxito de aquello que deseamos lograr en la vida, no depende sólo de nuestras circunstancias, depende en gran medida de nosotros y de la actitud con la que afrontemos nuestra vida y si no crees en ti mismo ni te das una oportunidad para ser feliz, te aseguro que nadie más te la dará, ni tampoco atraerás las circunstancias apropiadas a tu vida, para lograr aquello que deseas.
Y si estás en un momento de soledad, como nos sucede a cada uno de nosotros cada día, no lo veas como algo negativo. Conquista tu soledad y aprovecha esa situación de encuentro contigo mismo para aprender a aceptarte tal y como eres y para pensar cómo puedes potenciar tus cualidades y poner en marcha aquello que te llene de felicidad. El mejor diálogo que puedas mantener a lo largo de tu vida siempre será contigo mismo y muchas veces no somos felices porque estamos desconectados de nuestro interior y no estamos alineados con nuestro pensamiento, por eso la soledad es tan necesaria como el aire que respiramos.
La vida nos está dando la gran oportunidad de conocer quiénes somos realmente y para qué estamos aquí, así que, si en este momento no tienes trabajo o estás pasando por una situación personal complicada, te invito a que comiences el camino que te lleve hasta tí y para ello es necesario que te lleves bien con tu soledad.
Te deseo que 2015 sea ése año en el que por fin comiences a vivir como realmente deseas y sobre todo, que sigas creyendo en ti y luchando por tus sueños, porque sólo así alcanzarás la verdadera felicidad, ésa que te hace cosquillas en el alma y hace que tu sonrisa ilumine tu rostro y brille como las estrellas que habitan en el universo.