Nada más llegar a dónde nos habían citado me saltaron las primeras alarmas, había cola para entrar, con dos grados en la calle, empezamos mal. Después de hacer la cola y dar tu nombre y que te busquen en una larga lista, entramos al local, no sin antes hacer otra cola para dejar el abrigo. Una vez dentro eso era lo más parecido a un zoo de influencers apelotonados en los escasos metros cuadrados que tenía la sala. Había que luchar para hacerse un pequeño hueco en el que poder permanecer de pie, si querías intentar comer o beber algo tenías que sacar codos y aventurarte hacia la barra para que allí te sirvieran una coca cola de una botella de 2 litros o una cerveza de una litrona. Todo ese esfuerzo ¿para qué? Para compartir que estabas allí, donde estaba todo el mundo, lo más granado de Instagram, sacando su lado bueno en la foto, haciendo stories y en definitiva un teatro del postureo elevado al cuadrado. Yo desde luego que no hay sitio en el que me sienta más fuera de lugar que en este tipo de eventos, no conozco a nadie porque rara vez hago acto de presencia, no me gusta sacarme selfies para mis redes sociales y menos pelarme por un trago de Coca Cola, así que a los veinte minutos de estar allí puse pies en polvorosa y aproveché la tarde tomando algo con una amiga y mi hermana. Respeto a la gente que le guste, no juzgo, pero no es mi guerra, ya viví mi adolescencia en la que tenías que echar media hora para pedir un 43 con vainilla en una barra abarrotada.
Mi conclusión, vivimos en una sociedad marcada por las apariencias, no importa lo que seas si no lo que los demás creen que eres. Ahora todo el mundo quiere tener miles de seguidores en Instagram, dejarse ver en eventos de este tipo, sentirse importante... cuando en realidad en muchas ocasiones lo que te tratan es como ganado. No importa si tienes 4 seguidores pero esos seguidores te sienten como familia, creen en lo que les dices, en definitiva, sois comunidad. Importan los números, aunque detrás haya una granja de followers comprados a golpe de click, ahora se sabe qué se consigue si tienes cierto número de seguidores y la gente muere por conseguirlo cueste lo que cueste, y normalmente se quiere por la vía rápida. No queremos ser espectadores, queremos ser participes, y esto las marcas lo saben y muchas veces se aprovechan de ello, aunque otras pecan de inocentes.
Al hilo de esto hoy he visto que una actriz y una agencia de comunicación con la colaboración de un fotógrafo de influencers que casualmente es el ex novio de una muy conocida, han realizado un experimento. Crear una cuenta de Instagram falsa y subiendo fotos impostadas, comprando seguidores, likes y comentarios y echándole un poco de morro, comprobar como en tan sólo cuatro meses han conseguido 100.000 seguidores y por consiguiente el beneplácito de marcas, restaurantes, hoteles y demás marcas que le ofrecían sus servicios y productos por la cara. Han confesado que la inversión ha sido de 500€ y que la ropa la compraban y la devolvían tras la sesión de fotos, en definitiva, cualquiera puede ser influencer. Pero ¿realmente todos los que tienen muchos seguidores influencian? Yo estoy segura de que no, quizás lo hace más una persona con 5000 seguidores ganados en años y con mucho trabajo detrás creando una comunidad sólida y de confianza, que alguien que de la noche a la mañana tiene miles de seguidores que lo único que hacen es poner Nice pic en cada foto.
Vivimos cada vez en una sociedad más hipócrita en la que nos morimos por lo que piensa la gente de nosotros en lugar de ser honestos con nosotros mismos. Yo desde luego, dudo que vuelva a ir a más cosas de este tipo, abrí el blog hace prácticamente 10 años como puro entretenimiento, y a día de hoy, salvo en ocasiones muy puntuales en las que hago alguna colaboración, así sigue siendo, y así seguirá, con la única pretensión de entretener y ayudar a quien me quiera leer, con opiniones sinceras como las que le daría a cualquier amiga. Llevo estancada en los 4000 seguidores de Instagram años y tengo claro que no voy a vender mi vida ni mis principios para aumentar este número. Siento que somos los justos y necesarios para ser una familia cercana, con trato de tú a tú, y a mi al menos es lo que me interesa.
Lo que si me gustaría es que las empresas recapacitaran un poco sobre esto, que prestaran más atención a ciertos aspectos antes de crear un evento o mandar productos gratis o hacer colaboraciones, no todo es un número, deberían de ser más cautas y no fomentar esta circo que se está creando.
Por último aclarar que no pienso que todo el mundo que tiene muchos seguidores lo haya hecho con estas prácticas, ni mucho menos, hay gente muy currante que lleva años y años dejándose la piel y ahora está viendo sus frutos, y siempre ofrecen un contenido natural y sincero, que eso es lo que realmente llega a la gente. Esa gente se mantendrá y evolucionará, los que han llegado rápido y con malas artes, son fruto de un día, y si no, al tiempo, pero que se anden con ojo, que la caída puede ser dura.
Últimamente la polémica a este respecto está servida, y en artículos como este o este hablan de ello y de cómo muchas marcas y establecimientos han dicho, hasta aquí hemos llegado.
¿Cuál es vuestra opinión?