Publicado originalmente el veinte de septiembre de dos mil dieciséis en Filosofía en la Red.
Quiero aprovechar un suceso que vivimos, o más bien recordamos, todos los diecinueve de septiembre en México. Se trata de un evento que cambió a todo el país y que impactó de muchas maneras a la Nación.
Yo no había nacido aún pero la historia nos dice que ante una carente cultura de atención a emergencias y a una falta de la protección civil en una zona por naturaleza sísmica ( gran parte de la capital mexicana descansa sobre un antiguo río) dieron comoresultado una cifra incierta de muertos y miles de pesos (dólares) en pérdidas materiales.
Todos los años, al medio día, los edificios públicos y/o gubernamentales tienen por obligación realizar un simulacro de evacuación más por recuerdo a las víctimas que por el hecho de la formación de cultura cívica ya que ésta, afortunadamente, puede decirse que está medianamente asentada en la idiosincrasia mexicana. Repito, se supone que así está.
Por asares del destino me tocó participar en uno de estos simulacros. Estando en el, al acompañar a la gente a mi lado, analizaba el entorno siempre en afán de " criticón". Pude ver como, aunque dentro de un ambiente relajado, recordaban y acataban con respeto el simulacro.
Había gente que como yo no había vivido o sentido el sismo y también gente que lo recordaba " en carne propia" ... todos sin excepción y con respeto rendían un tributo con su gesto a aquellos desconocidos que la naturaleza con su furia asesinó.
Y esto se ha conseguido gracias a que la historia nos enseña acontecimiento. Gracias a que desde pequeños se inculcan los simulacros en las escuelas y se analiza con detalle lo que se sabía y ahora se sabe del terremoto que despertó a la Ciudad de México.
Dice un viejo refrán que recordar es volver a vivir... yo diría más bien que recordar nos lleva a no olvidar, a hacer presente aquello que se trae al hoy para aprender de el.
Recordando no solo conmemoramos a las víctimas de un hecho trágico. Recordando logramos que sus voces y gritos nunca cesen de resonar en la conciencia colectiva; sus palabras nos pueden guiar para evitar que acontecimientos de tal magnitud nos arrebaten tantas vidas logrando con cada una de sus sílabas reforzar la cultura de protección civil y, aunado a ellos, mejorar protocolos de atención a emergencias.
Si dejamos que tan solo una voz de esas miles se silencie iniciaremos un camino hacia la perdición. Las tragedias nacionales -sobretodo- no deben nunca ser olvidadas, ya sea por fenómenos naturales o consecuencia de actos humanos, puesto que no hay mejores maestros para evitar nuevas tragedias que aquellos que ya se han ido.