Todo esto me llevó a pensar: me sigue encantando leer, pero cada vez me gustan menos los libros que leo. Ahondando en mi reflexión, me di cuenta de que esto no es porque sean peores per se (ahora releo cosas que me encantaron hace unos pocos años y no puedo evitar bajarles la puntuación), sino porque mi bagaje de 150 lecturas al año, algunas realmente maravillosas, hace que ponga el listón cada vez más alto.
Parte del problema es que, aparte de que las grandes lecturas suben el listón, resulta que tengo muy buena memoria. Reconozco las estructuras que se repiten, los estereotipos de personajes redundantes, las influencias de unas obras en otras. No me molestan, pero si no vienen acompañados de algo más (un elemento de sorpresa, un desarrollo de personajes espectacular, una prosa excelente) simplemente no puedo ponerles la mejor nota, ni siquiera la segunda mejor en algunos casos. Y sí, las que no tienen todo eso pero al menos resultan aceptables dentro de unos parámetros de calidad las disfruto pero... no es lo mismo.
Tampoco ayuda que cada vez haya menos filtros de calidad por parte de editoriales y autores, que se publiquen más libros con cada vez peores correcciones y con fallos graves de estructura que se podrían evitar con una mera lectura en profundidad. O que ya ni siquiera me pueda fiar de las opiniones de la mayor parte de los blogs en los que antes confiaba ciegamente, porque su nivel de exigencia no ha crecido al mismo ritmo que el mío y recomiendan cosas que hace unos años me hubieran parecido divinas, pero que ahora solo puedo considerar como mediocres, si acaso buenas, pero nunca memorables. Por suerte, los gustos de otros bloggers han evolucionado a mi par y todavía quedan algunos de los que seguía entonces (y dos o tres recién descubiertos) en cuyo criterio puedo confiar con una certeza casi absoluta de que su opinión y la mía serán similares pero... ¡son tan pocos!
Todo esto me pone en un serio aprieto. Necesito más, cada vez más. Pido grandes argumentos, personajes sublimes, una prosa de calidad, una estructura sin agujeros y un planteamiento brillante. Casi nada. Eso me aterra, porque no hay muchos libros así. Si con 26 años mi nivel de exigencia ha llegado a esos extremos, ¿qué pasará dentro de 10 años, cuando tenga otras 1500 obras literarias a mis espaldas? ¿Habrá un límite para la subida de mis estándares? Espero que sí. ¿Llegaré a un punto en el que ni siquiera podré disfrutar de las novelas que son aceptables y entretenidas, pero nada más? Espero que no. Pero es solo eso: lo que espero. La otra opción es tan posible como inquietante.
Supongo que lo iré viendo conforme pase el tiempo, pero siempre quedará agazapado en un rincón de mi ser ese temor a que mi gran pasión pierda su magia, a que la mayor parte de lo que lea deje de ser suficiente para llenarme.
¿Os pasa lo mismo y con la misma intensidad?