Estamos acostumbrados a r econocer y aceptar que existen jerarquías o depredadores naturales como el tiburón, la águilas, las víboras, los humanos o los leones.
Si nos referimos a jerarquías la mayoría vivimos en sociedades democráticas -en teoría- en las que coexisten una serie de poderes que legislan. También hay países con dictadores y si nos remontamos más al pasado, con monarcas absolutos.
A su vez toleramos, la mayoría, el sabernos subalternos de jefes en el trabajo, profesores, padres o depender de una línea de mando directa o indirecta. Y si nos vamos a creencias religiosas, independientemente del credo, siempre existen ministros dedicados al culto que son superiores a los simples mortales.
Se nos ha enseñado eso. A respetar y saber vivir con quién nos es superior pero hay ocasiones donde esto no es del bien común y nacen las revoluciones... tanto masivas como individuales.
Centrémonos en las segundas.
La semana pasada [ veintisiete de noviembre, dos mil dieciséis] la BBC mediante Twitter dio a conocer un peculiar vídeo donde vemos cómo mientras una leona se disponía a cazar una jirafa ésta se revela para darle tremenda zarandeada y, claro, salvar su pellejo.
Y es a raíz de este quizá simple vídeo que quiero hacer mi reflexión de hoy, amable lector.
Hay un dicho, en México, que reza: "el valiente vive hasta que el cobarde quiere". ¿Qué quiere decir?
Que aunque es verdad que existen opresores y gente que abusa, muchas veces -en la mayoría de hecho- el oprimido directa o indirectamente lo permite. No en todos los casos, aclaro, pero muchas veces solo nos dejamos arrastrar por la corriente de estar bajo un yugo sin siquiera plantearnos el por qué.
Es como el elefante que está atado de una pata a un pequeño mástil. Claramente el mamífero puede con su fuerza quitarse la cadena pero está educado, entrenado, a permanecer inmóvil y aceptar su condena.
Del mismo modo aceptamos que existan personas depredadoras de otras. Lo vemos natural, como parte de la vida, como norma no escrita de lo que es común y que debe de ser.
Pero todos tenemos la oportunidad de cuestionar dicha opresión y de, por qué no, sacar la jirafa que llevamos dentro contra todos y cada uno de los leones con los que convivimos.
De hecho, debería de ser algo normal. ¿Qué hijo no le cuestionó algo a sus padres?
Así como en nuestro proceso de maduración terminamos tarde que temprano levantando la voz, diciendo que no a algo en casa o directamente confrontando a alguno de nuestros padres o tutores así lo debemos de aplicar en toda nuestra vida.
Independientemente de que sería aburridísimo vivir una vida en donde nada se cuestione y todo se acepte tal cual -hasta los creyentes confrontan a su dios cuando algo sale mal o ante una mala racha- es parte, tendría que ser, del ADN humano.
Siempre habrá alguien arriba de nosotros, tanto jerárquicamente como quién nos deprede pero debemos de poner resistencia. No ser esa presa fácil que incluso se pone la pistola en la cien y aprieta del gatillo.
Luchar, resistirnos y no dejarnos a la primera de cambio es la bandera que estamos llamados a izar.
No existe enemigo pequeño. Existe aquél que se deja empequeñecer.