Reflexión Sobre Los Hijos de Dios: Cuáles Son Las Condiciones Para Serlo?

Por Domingo Ogando Montero @cheverisimoente

Nuestro Padre Celestial Siente Un Gran Amor Por Sus Hijos, Qué Es Ser Hijo?

Les comparto una reflexión sobre lo que significa ser hijos y no cualquiera, sino de Dios, nuestro amoroso padre celestial que nos ama mucho más de lo que podemos imaginar o entender. Espero que puedan meditar en las ventajas de ser parte del reino por medio de la fe en Jesucristo, pero recordando siempre cumplir con las condiciones para tales fines.

La biblia nos enseña que Dios, a todo el que reciba a nuestro Señor Jesucristo como salvador, que él les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12). Como tales tenemos derechos, pero también responsabilidades y la principal es ser sus dignos representantes en la tierra proclamando su reino, esa es su voluntad.

Cuáles Son Las Condiciones Para Ser Hijos de Dios?


Gran parte de la humanidad vive en un terrible error, casi todos (los que están convencidos de que Dios existe) dicen que son hijos de Dios, pero nada más lejos de la verdad. La gran verdad que debemos aprender es que todos somos creación de suya, pero no todos somos sus hijos. Para el que tenga alguna duda, sólo debe meditar (reflexionar) en los que dice Juan 1:12.

La condición para ser hijo de Dios es recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador, de otra forma se he sólo creación y no hijo. Es importan te reflexionar en que ninguna creencia humana, sin importar lo intelectual que podamos ser, nadie puede tener más razón que la biblia, esta es la palabra de Dios y como tal ella es la que tiene siempre y por siempre toda la razón.
Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Nicodemo que tenia que nacer de nuevo, si no eres nueva criatura, nunca podrás ser hijo de nuestro creador, sólo parte de su creación. En este punto tenemos que meditar en las palabras de Jesús: Mateo 10:28, "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a Aquél que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno".
Por amor a los hombres y mujeres que le reciban como padre por medio de la fe en Jesucristo, el Señor tendrá que destruir un día en el fuego del infierno a toda la creación humana que decida mantenerse como creación y no evolucionar a ser hijos de Dios. El pecado y los malos ejemplos pueden contaminar a los santos, es por ello que los que insistan en vivir una vida de espaldas a los estatutos de Dios, estos serán consumidos por el fuego, mientras que los herederos del reino (los hijos) recibirán su recompensa.

Otra Reflexión Sobre Ser Hijos de Dios


Sobre ser hijos de Dios les dejo una reflexión hecha por Josías Ortiz González en el blog Vida y Devoción:
Para ser hijo(a) de alguien existen condiciones, que se pueden enfocar desde dos perspectivas. La primera es la biológica, en donde deben coincidir la intención de procrear con la acción de unir un óvulo y un espermatozoide. Esto da como resultado que durante un periodo promedio de 38 a 40 semanas de incubación en el cuerpo de una mujer dé a luz una nueva criatura.
Mientras que, desde la perspectiva de la adopción, el deseo y la intención deben armonizar con llevar a cabo una serie de requerimientos y pasos legales que permitan asumir a este nuevo(a) miembro(a) de la familia.
En ambos casos (biológico y legal) se plantean condiciones, las cuales deben ser satisfechas para dar un final de éxito al proyecto familiar que se pretender iniciar o bien continuar.
De igual manera, para formar parte de la familia de Dios, se plantean condiciones. En las que debe coincidir una intención con una acción.
El solo hecho de querer ser parte de esta familia no es suficiente. Identificar las bondades que tiene y asumirlas como buenas y válidas no le hace merecedor(a) de llevar el apellido de esta familia, sino que es necesario tomar una acción que materialice o haga tangible la intención.
En este caso, para formar parte de la familia de Dios es necesario recibir y creer en el nombre de Jesús.
Hijos de Dios
Hablar de recibirle es hacer alusión a aceptar Sus términos en cuanto a qué es lo que le satisface. Mientras que creer está relacionado en dar validez a lo todo lo relacionado con Él. En otras palabras, tanto recibirle como creer representan la materialización de la intención inicial de ser hecho hijo de Dios.

Ahora ¿Cómo se hace práctico esto de recibirle y creer en Su nombre? ¿Cómo se lleva esto al día a día de las personas?
Para la primera condición (recibirle) es llevar, al pie de la letra, sus diferentes ordenanzas. Por ejemplo, Jesús nos dice que tenemos que amar a nuestros enemigos, tender la mano a quien esté en necesidad, mostrar una actitud de servicio al prójimo, entre otras cosas descritas en Su Palabra. Y cuando le recibimos entonces asumimos estas ordenanzas y las ejecutamos en función de como Él las plantea.
Para la segunda (creer) es estar consciente de nuestra condición de pecado y de que solo Él tiene la capacidad de cambiar esta realidad a una de vida nueva. Esto significa, estar al tanto de que estamos enfermos y la cura es Jesús. Esta enfermedad se manifiesta en nuestra desobediencia a Dios, a Sus mandamientos y leyes.
En ese sentido, cuando admitimos que hemos desobedecido a Dios, que estamos en pecado y esto representa estar separados de Él; que no somos dignos de Su cercanía, pero con el solo hecho de creer que Jesús es la salida y aceptar ésta realidad, nos hace próximos a Dios. Salvos de nuestra condición de pecado, de la cual no podemos salir por nuestros propios medios, sino a través de Jesús que nos hace ser hechos hijos de Dios.
Ser hijos de Dios es un estado sujeto a dos condiciones, la combinación de nuestras intenciones y acciones, traducidas en recibir y creer en Jesucristo como aquel que tiene la respuesta a nuestra situación de pecado y llevando a cabo todo aquello que Él plantea en Su Palabra.
Para concluir sólo espero tus comentarios y que te decidas a compartir este artículo en tus redes sociales, pero sobre todo, que si todavía no eres parte de la gran familia de la fe, que tomes la decisión de poner tu vida en las manos de Dios y ser también un hijo de Dios.