Por este motivo, y ante el abordaje de cualquier tipo de patología, resulta esencial conocer aquellos elementos no tan fácilmente observables de la persona, pero que podrían estar teniendo una influencia capital en el mantenimiento del problema. Si, por ejemplo, alguien acudiese a una consulta médica aquejado de fuertes dolores de estómago y en la entrevista con el médico el paciente refiriese haber comido mucho fuera de casa últimamente, podría darse un diagnóstico erróneo del problema. Es posible que el hecho de comer deprisa y mal estuviese afectando, pero lo que quizá no se dijera en la entrevista es que esa persona llevaba meses de estrés continuado, un aspecto muy relevante del problema.
Por esta razón, a mi juicio resulta poco efectivo el hecho de contemplar desde una sola perspectiva el tratamiento de las personas aquejadas de cualquier tipo de malestar. Lo razonable, y a la vez lo más complejo, es tratar de ampliar nuestras miras y lograr ver los problemas desde la completa interacción de múltiples factores. ¿Por qué hemos de pensar siempre que un dolor en nuestro cuerpo tiene un origen única y exclusivamente biológico? No son pocos los casos en los que algunas personas han sufrido completas parálisis del tren inferior o pérdidas de visión sin el menor ápice de alteración orgánica. Por tanto, creo que estos datos deberían hacernos reflexionar, permitiéndonos comenzar a abrir nuestras mentes hacia horizontes desconocidos y apasionantes del ser humano.