Jornada de reflexión en España por las elecciones y nada mejor que escuchar esta obra criticada por cierto agnosticismo del compositor, católico no practicante y anticlerical en la Italia del Risorgimento. Curiosidades y coincidencias aparte, su Requiem es una obra que necesita para resultar redonda un cuarteto vocal de primera, un gran coro perfectamente ensamblado y una orquesta flexible capaz de amoldarse al responsable final: el director. Creo que esta vez fue más bien poliédrica.
El maestro Noseda fue la figura necesaria y capitán de una nave que nunca hizo agua pero casi zozobra por excesos que no empañaron en absoluto la calidad y colorido italiano de una orquesta bien equilibrada en todas las secciones y con el guiño de colocar cuatro trompetas enfrentadas a pares en los laterales de anfiteatro, logrando así el efectismo que no falta a la obra verdiana, perfectamente analizada en las notas al programa por la profesora (y soprano en la Capilla Polifónica) Miriam Perandones, y de la que el director comentaba a LNE que "están todas las emociones y las tensiones de la vida".