Sí, ya he cumplido 50 y los 25 últimos al servicio de la familia/empresa.
Me temo que soy el colaborador más joven de esta sección hasta el momento (lo que ya da mucho que pensar) y espero que sabrán perdonar que a veces sea políticamente incorrecto, pero es lo que tiene la juventud…
Ya sé que suena sarcástico, pero cuando llevas toda una vida discutiendo con gente que te lleva más de 20 años (incluso 30) no es fácil quitarse el San Benito de “joven y alocado”. Esto me ha llevado a reflexionar (de ahí el título) sobre si no me estaría yo comportando de una manera similar a la de mis mayores –que oían pero no escuchaban–, llegando a la conclusión de que, efectivamente, es así: resulta que mis mejores colaboradores, que ya tienen inculcados los valores empresariales/familiares que nos caracterizan, están en los 30, es decir en sus mejores años a nivel de capacidad de trabajo y sacrificio, y yo estoy contándoles batallitas y qué es lo que pueden hacer y no hacer… mea culpa.
Reflexionando aún más, me voy a dedicar a escuchar y a aconsejar en la medida de lo posible, delegando toda ejecución directa. Creo que mis 25 años de experiencia en los mercados internacionales como director de Exportación, y posteriormente como director de Desarrollo Corporativo, se pueden aprovechar como memoria histórica de la empresa para no repetir los errores del pasado, y para preservar y transmitir los valores de empresa familiar como coach a colaboradores que trabajen y luchen, tanto o más que nosotros, como ya de hecho lo hacen.
Estoy seguro de que la mayoría de los lectores de esta sección están en edad de retirarse, o ya deberían estarlo, y siguen gestionando sus empresas como ejecutivos: si a estas alturas no han sabido delegar no creo que lo hagan, pero espero que muchos de ustedes sigan mi ejemplo y deleguen en sus mejores mandos, dejen hacer a los que para ustedes son todavía “niños” (sus hijos?, Profesionales entre los 30 y los 40?) y verán cómo les sorprenden.
¿Habré dado sin querer con la razón por la cual las empresas familiares raramente llegan a la tercera generación? La profesionalización de la empresa familiar es una necesidad por motivos de supervivencia. Los datos lo demuestran: a medida que avanzan las generaciones, cuantos menos familiares compongan los consejos de administración, la supervivencia de la empresa será mayor y se mantendrá el desarrollo de la marca, porque contendrá el ADN familiar transmitido por las primeras generaciones.
Se habrá notado que he pasado del término familia/empresa al de marca/empresa: La marca es de la familia, la familia es la marca y lo que queda aún después de la familia es la marca. La marca es la representante exterior de los valores familiares y, son estos valores –esfuerzo, pasión, compromiso para con los actores sociales: empleados, clientes, usuarios– los que debe reflejar, y ser percibidos por nuestros clientes.
Es esta marca, o mejor dicho este valor de marca, lo que vienen buscando las multinacionales cuando vienen de compras. Las empresas familiares representamos la única competencia que les queda y, qué mejor que absorbernos con la convicción de que “si no puedes combatir la competencia de otros negocios, cómpralos”; porque la realidad es que no pueden con nosotros, es el cansancio generacional por la falta de relevos jóvenes dentro de la empresa lo que hace perder la ilusión a muchas familias.
Para terminar, porque creo que ya he reflexionado bastante –aunque seguro que no lo suficiente ni lo suficientemente acertado– me voy a permitir el gustazo de dar un consejo ya que es mi nuevo trabajo, y lo doy sabiendo que funciona por experiencia propia: contraten siempre colaboradores que sepan más que ustedes o que tengan el potencial de adquirir y superar sus conocimientos en un corto plazo de tiempo. Verán qué fácil se les hace delegar cuando se ha sabido formar un equipo, y qué bien se lo pasan a partir de los 50.
Autor Alberto Maestre Azcón, miembro del consejo de Fermax. Vocal del Ivefa.
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