Tres Champions en los últimos cinco años, cinco Ligas en las últimas siete temporadas, una Copa del Rey, cuatro Supercopas de España en los últimos seis años, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes en dicho periodo, es demasiado bagaje para que nadie en este Mundo pueda discutir que estamos ante el mejor equipo del inicio del Siglo XXI, y como mínimo, entre los tres grandes de la Historia.
A todo este carrusel de títulos se le une además el reconocimiento unánime de todo el mundo futbolístico de que el mejor fútbol del planeta lo juega el Barça, y ya se empieza a discutir si es el mejor fútbol de toda la Historia.
El primer párrafo es una evidencia objetiva, el segundo una evidencia subjetiva. Siendo ambas unas evidencias, el mundo entero futbolístico no las discute, incluido quien más afectado por ello se debe sentir, el único equipo capaz de haberle plantado cara en estos años: el Manchester United, quien de no haber existido este Barcelona muy probablemente tendría dos Champions más en su Palmarés.
Aún queda un reducto en el centro de una Península al sur de Europa que sigue sin aceptar ambas evidencias. Aceptarlas es el primer paso para poder superarlas, o al menos igualarlas. Mientras sigan negando la realidad, como sí ha hecho el ManU, más lejos estarán de nosotros.
Pero este Barça no es eterno, y mantener este ritmo de títulos y de juego es imposible. Llegará un momento, quizás la temporada que viene, quizás la otra, quizás de aquí a muchas más, que el equipo ya no tendrá la superioridad aplastante que manifiesta, que los jugadores ya no tendrán el mismo compromiso, pero que también los rivales habrán mejorado, se habrán reforzado y simplemente serán ellos mejores que nosotros.
Nadie sabe cuando sucederá eso, y en parte es responsabilidad del Barça, y de quienes ahora lo dirigen desde la grada y desde el campo, evitar que eso suceda, o al menos alargarlo en el tiempo. Porque aunque la temporada ha finalizado de modo espectacular, bien es cierto que se ha llegado muy justo a la misma.
Y las grandes decisiones se han de tomar en los momentos de éxito, cuando es más fácil de asimilar las mismas, y no en los de fracaso. Tampoco hace falta ningún cambio radical, pero sí que es necesario fichar (o ascender) a dos o tres jugadores de primer nivel, con hambre y necesidad de títulos, que permitan que Xavi y Puyol principalmente dosifiquen sus aportaciones y se planifique su sucesión. No es querer jubilar a ninguno de ellos, porque especialmente al primero aún le quedan años de fútbol, sino que se trata de sentar las bases para que el éxito de este equipo se mantenga el mayor tiempo posible. Y mismo criterio en cuanto a bajas se refiere, donde Bojan, Jeffren, Milito o Maxwell deberán dejar paso a jugadores que puedan ser más importantes.
Pero todo esto es ahora trabajo de Zubi, Pep y Sandro. La afición debemos seguir disfrutando de este momento histórico, donde con la victoria de ayer el Barça se convirtió, sino lo era ya, en un grande de Europa, con cuatro Champions empatado con Bayern y Ajax, y con sólo Liverpool (5), Milan (7) y Madrid (9) por delante en el palmarés.
Y además yo he tenido la suerte personal de haber estado presente en las cuatro Champions de la Historia de este Club. Cada una ha tenido su encanto, y seguramente sin las tres primeras la cuarta hubiera sido más complicada, pero reconozco que ésta última me transmitió unas sensaciones muy especiales.
En la grada me encontraba ubicado en la zona UEFA, junto a un exiguo número de culés y rodeado de ingleses. Ver sus caras de resignación cuando aún quedaba diez minutos, dice mucho de la grandeza de este equipo.
Cuando finalizó el partido mi compañero de viaje y yo, entre lágrimas de alegría, nos abrazamos profundamente, pero sabía que no sólo lo estaba haciendo a él, sino también a mi padre, un sufridor nato que ha visto tanto perder al Barça y tanto ganar al Madrid que no es capaz de ver ningún partido porque los nervios le superan, a mis amigos de Paella con los que tantas agradables discusiones de fútbol tengo, a mis compañeros de trabajo que tanto sufren diariamente mi enfermedad del Barça, a mis amigos de verdad que saben lo que el Barça significa para mí.
Y especialmente me abrazaba desde la distancia a tres personas: a mi mujer, por sufrir mi enfermedad culé conmigo y permitirme de nuevo disfrutar de esta experiencia, y a mis dos hijos, Arnau y Hugo, que con sólo cuatro y un año respectivamente aún no son conscientes de lo que el barcelonismo está viviendo, pero que espero poderles algún día explicar que “Yo estuve allí en Wembley, en el 2011, donde el Barça se coronó ante el Mundo”.
Y espero que ellos me digan: “Papá, que mérito tiene seguir coronado tantos años después”.