El terrorismo en forma de espectáculo tiene que comercializarse en forma de producto para la gran masa y de este modo sirva para la consecución de más atentados terroristas y más guerras cuyo fin entre otros sea el negocio armamentístico por parte de una élite de poder.
Por ese motivo la guerra es el último estadio de la violencia del cual se sirve el sistema de dominación para la producción de capital en la que el individuo es a la vez el espectador y consumidor de los acontecimientos y la víctima del mismo poder que mayoritariamente los crea para beneficio propio.
La seducción y atracción de la violencia que siente y fascina al hombre medio es la consecuencia de que el terrorismo y la guerra puedan ser productos para la comercialización por parte de la élite de poder que los gobierna.