Cuando se habla de ese vampirismo, se suele culpabilizar a los "vampiros", sin ser muy conscientes de que el principal cómplice es la propia víctima (también sin mucha consciencia), por tolerar y aceptar el abuso o el maltrato de quién le vampiriza. Captar la dinámica y romperla, cuando se da, no resulta fácil, pues parece ser necesario hacer un acopio de energía superior al de aguantar al vampiro, pero lo que suele venir, cuando se genera el desenmascare del otro o se genera una sana distancia, es un recargue de pilas y un gran alivio.
Como en muchas dinámicas humanas es fácil culpabilizar a una parte, sin ver la propia responsabilidad en la tolerancia de algo que resulta abusivo. La víctima del vampiro, quizás, inconscientemente, alimente algo de vampiro en su interior y por eso, enfrentarse a ello y ver por qué se es cómplice del abuso, puede resultar muy útil e ilustrativo.
En nuestra educación no se nos enseña a manejarnos con estas cosas, ni tampoco nadie nos dice como romper una dinámica de abuso de cualquier tipo. Hacen falta altas dosis de intuición y de fuerza para salir de los chantajes emocionales, sensaciones de compromiso u obligación con los otros, etc.
Además, sin darnos cuenta, en un momento malo, de bajón, de inseguridad, etc. ¿No es posible que los no vampiros nos convirtamos en vampiros? ¿Pasará como en las películas de Drácula, que una mordedura de vampiro le convierte a uno también en vampiro? Quién sabe... Mejor aprender a poner los límites claros y curarse en salud… Y si es posible, contribuir a la curación del vampirismo, no a estacazos, sino ayudando a las personas a que sean más conscientes de lo que hacen sin perder la empatía y el amor (quizás sea más eficaz ante el vampirismo que los ajos, o no…).
El tema me ha dado que pensar a raíz de la lectura del interesante escrito de Marcela Paz Peña Sarmiento, que podéis encontrar en su blog: http://poderdenuestramente.blogspot.com/2010/10/vampiros-emocionales.html