En el mejor de los casos, acercarse a la ficción histórica procede de un interés personal verdadero. El autor aborda una etapa o un personaje histórico por una curiosidad cierta, e intenciones de narrador. Una ficción a veces sirve para que uno comprenda (y, si se hace bien, haga comprender) los matices, las contradicciones, y los detalles de un momento histórico. De modo comprensible, la primera opción suele orientarse a la búsqueda de un momento de conflicto: facilita la narración y el elemento dramático.
Sin embargo, que sean opciones validas no las hacen únicas. La vida de un personaje histórico es tan larga (aun cuando sea corta) y compleja como la de cualquiera de nosotros, y los conflictos obvios no deberían expulsar otras ocasiones. Por ejemplo: es claro que todos conocemos a Hernán Cortés por su enfrentamiento contra los mayas o a Cristóbal Colón por su descubrimiento de las Américas. Esto nos ahorra muchísima labor de explicación de cara al espectador, si centráramos nuestro guión ahí. Conflicto, drama, acción. Sobre todo si hablamos de cine, es el camino lógico.
Pero démosle la vuelta a ese mismo conocimiento que posee el espectador. ¿Y si hiciéramos un guión con la infancia y la juventud de Hernán Cortés? ¿Y qué tal los días últimos de Colón, olvidado, renegado por la corona, acusado de mal gobierno de los territorios a su cargo? En el primer caso, el espectador (el que conozca medianamente la peripecia) observará cada suceso y acontecimiento vivido del pequeño Cortés como un posible antecedente del conquistador que será. En el segundo caso, la curiosidad del espectador se acrecentará hacia qué demonios ha podido pasar para que el gran descubridor, apoyado por los Reyes Católicos nada menos, haya acabado así.
Como veíamos en Hadjí Murat, no hemos de dejarnos llevar por el automatismo de situar la ficción en "momentos críticos", bien sea de la vida del personaje, bien de la época. En primer lugar, porque parece un poco vacuo volver a contar la misma historia que ya se conoce, sea en novelas o en películas. Si nuestro guión lo que pretende es tan sólo darle más acción y espectacularidad a una serie de hechos bien conocidos, esto se antoja bastante poco. Y no demasiado original.
En segundo, porque la propia novela de Tolstoi apunta a que sería bueno un tanto de reflexión antes de la escritura en sí. ¿Nuestro guión, más allá de respetar la Historia, refrenda mitos y falsedades o las cuestiona? ¿Expone situaciones poco conocidas, que precisamente van en contra del mito que cualquier tenemos sobre un acontecimiento histórico o sobre una época?
Hay que tener en cuenta si nos acercamos con demasiada fascinación; perdemos la perspectiva. O si lo hacemos con pasión pero, además, con el otro elemento imprescindible: el análisis racional.