El acuerdo sólo prevé rebajar a la mitad las barreras de acceso a la cámara y elevar a 70 el número de diputados regionales, algo ya previsto en el actual Estatuto de Autonomía. Es en ese incremento de escaños en el que se ve la bicha por parte de quienes consideran que en él se esconde una perversa intención de concentrar todo el poder político en las islas capitalinas, que por casualidad es en donde se concentra también la mayor parte de la población. El argumento es que rompe la triple paridad, el intocable santa santorum del sistema por el que el 17% de la población canaria ostenta la mitad de la representación política y el 83% restante la otra mitad. El de Canarias es, probablemente, el único sistema político del mundo en el que los parlamentarios no representan a otros ciudadanos sino principalmente a territorios revestidos de derechos. De ahí su escandalosa descompensación proporcional y la consecuente necesidad de corregir de manera inaplazable una situación tan injusta.
Es evidente que hay cosas que mejorar, pero es una falacia con aire de chantaje político-emocional que no se sostiene, argumentar que sin la triple paridad quedarán sin representación y serán olvidadas y abandonadas a su suerte. Si se pararan a hacer cuentas en lugar de presentarse como víctimas de una supuesta conjura chicharrero-canariona, verían que con esa tibia reforma los resultados electorales apenas variarían gran cosa con respecto a los que se registraron en 2015. Así, según una proyección de la Agencia EFE, CC se mantendría como el partido con más escaños en la cámara regional aunque sería el tercero en número de votos; incluso la Agrupación Socialista Gomera mantendría los tres escaños de 2015 y entrarían Ciudadanos y Unidos por Gran Canaria (ver aquí). Lo que indica que la propuesta de reforma es de mínimos y que de aplicarse solo mejoraría ligeramente la desproporcionalidad de la representación política de los residentes en las dos islas más pobladas.
Por tanto, no hay razón de ningún tipo para que no la apoyen quienes han venido usufructuando el poder gracias a un sistema electoral que les ha favorecido claramente durante todos estos años a costa de una sobrerrepresentación parlamentaria que ha dejado de tener razón de ser. Por su parte, quienes entienden que el acuerdo no resuelve nada siempre pueden pedir la luna y el sol pero ese sería el camino más rápido hacia la melancolía. No se puede pedir lo que no es posible conseguir dados los mimbres políticos que tenemos en Canarias y ya me parece hasta mucho este acuerdo que sólo es un pequeño paso en la buena dirección, es decir, hacia un sistema electoral homologable con el de cualquier democracia representativa moderna.