Reforma laboral: Debate sin sentido, pelea necesaria
Publicado el 18 diciembre 2025 por Moebius
En el video de apertura lo tienen a Julián De Diego, el abogado de las grandes empresas y autor intelectual y material de la reforma laboral enviada por Milei al Congreso, reconociendo que no va a generar nuevos empleos registrados; mientras sanatea por el lado de los cambios tecnológicos porque no puede reconocer abiertamente el propósito verdadero: consolidar jurídicamente un proceso sostenido de salarios a la baja y destrucción de puestos de trabajo, y de profundización de las asimetrías de poder al interior de las empresas, entre las partes de la relación laboral, en beneficio del capital. Que son precisamente los puntos en los que se intersectan la matriz ideológica del experimento libertario y los intereses de todas las fracciones del capital, que se valen de aquel como mascarón de proa para tutelarlos. Esa es la razón por la cual apoyan -con mayor o menor entusiasmo en público- la reforma todos los empresarios, aun los que se quejan de que no venden porque cayó el consumo porque la gente no tiene plata en los bolsillos, y cada vez le cuesta más llegar a fin de mes.
Los cierres de empresas,
la pérdida de puestos de trabajo y la caída sostenida de los salarios
reales que vienen siendo sostenidos hace dos años no son efectos
secundarios no deseados de las políticas económicas, sino su
consecuencia directa: cualquiera que haya analizado como funciona la ley
del salario sabe que en ese contexto éste no hará sino bajar,
profundizando el sesgo regresivo en la distribución social del ingreso y
las ganancias del capital, a costa de los trabajadores; proceso que la
reforma laboral viene a profundizar y consolidar, no a revertir.
Incluso
en el supuesto -.que está sucediendo- de que la prolongación en el
tiempo de la recesión destruya el valor de las empresas y aniquile su
tasa de ganancias, buena parte de los empresarios (por no decir casi
todos) esperan que una reforma laboral flexibilizadora, regresiva y
destructora de derechos consolide su poder al interior de las unidades
de producción, para resistir -cuando el ciclo económico cambie- las
demandas por mejores salarios y condiciones de trabajo. Por allí hay que
entender el ataque sistemático y organizado que la reforma plantea a la
organización sindical, los convenios colectivos, la negociación en
paritarias y el derecho de huelga.
El sincericidio de De Diego
nos ahorra perder el tiempo en un debate inconducente, que ya el
contexto económico y social del país hace innecesario: ¿alguien en su
sano juicio podría creer que un gobierno que lleva dos años destruyendo
sistemática y deliberadamente empleos, salarios y derechos laborales y
reprimiendo la protesta social podría impulsar una reforma laboral que
favorezca a los trabajadores, o mejore su situación?
Por esa
razón no es cuestión de ponerse a pensar en propuestas alternativas,
como si la reforma propuesta por el gobierno pudiera "mejorarse" sacando
una coma, o poniendo un inciso. El debate que plantean es además falso
desde el inicio, cuando por ejemplo dicen que los cambios solo afectarán
a los nuevos trabajadores registrados (algo que el propio Sturzenegger
acaba de desmentir), como si abaratar las indemnizaciones por despido o
que las subsidie el Estado con recursos que hoy van a la ANSES no fuera
precisamente para facilitar los despidos, y en caso de tomar nuevos
trabajadores (o a los mismos despedidos) hacerlo con salarios menores y
peores condiciones de trabajo.
Lo mismo cuando centran la
discusión en las "cajas sindicales" o los sindicalistas corruptos, como
si los más corruptos no fueran justamente los que con mayor frecuencia
traicionan a sus representados, y no los que los defienden: ¿o acaso
quieren suprimir el derecho de huelga o limitar las asambleas porque
algún delegado se queda con un vuelto, o algún dirigente se volvió
millonario de golpe?
Pero sería necio desconocer que las
reformas que impulsa el gobierno gozan de consenso social en
determinados sectores, tanto que incluso el pasado 26 de octubre (como
en el balotaje del 2023) votaron en contra de sus propios intereses:
decíamos acá a propósito del Día del Trabajador "No hay (al menos no se
percibe con la fuerza de otros tiempos) unidad ni solidaridad de clase
entre los propios trabajadores, muchos de los cuales no se autoperciben
como tales en tanto sujetos de derechos, cuando antes serlo era un
motivo de orgullo. Vivimos en tiempos en que todos dicen que trabajan,
pero pocos dicen ser trabajadores, o lo que es más importante, pocos
reclaman con decisión ser tratados con la dignidad que merecen como
tales.".
"La que fuera la columna vertebral del
movimiento nacional y popular hoy está rota rota y enflaquecida por
deserciones y traiciones sindicales, el crecimiento de la informalidad y
la precarización y -sobre todo- la deriva conceptual y política de
representantes y representados; pero trabajadores son todos, aun los que
ni siquiera se perciben como tales o no tienen reconocida la plenitud
de los derechos que corresponden a la condición. Y todos necesitan ser
representados, aunque muchos no lo verbalicen y crean que es posible la
utopía de una sociedad en la que todos sean sus propios patrones,
empresarios o emprendedores. Podrá ser cierto -como se estila decir en
estos tiempos- que ya no existe la sociedad salarial tal como la
conocimos desde los tiempos en los que surgió el peronismo, pero sigue
habiendo explotación del hombre por el hombre como antes de que naciera,
y en ciertos sectores, incluso más".
En 1945 los trabajadores
comprendieron que conquistar el poder político era
también conquistar mejores salarios y condiciones de trabajo, dinámica
que también funciona al revés: defendiendo empleos, salarios y derechos,
se reconquista el poder político perdido, más allá de lo que digan los
que proponen seguir lo cantos de sirena y "adaptarse a los climas de
época". Reconociendo -eso sí- las dificultades presentes: venimos de la
campaña electoral más interferida desde 1945 por la disyuntiva "Patria
sí, colonia no" que los trabajadores argentinos hicieron suya, pero los
resultados indican que no pocos trabajadores terminaron votando a
Braden.
La propia dinámica que se avizora en el Congreso cuando
se trate la reforma indica que no es cuestión de debate, ni de quien
aporta mejores argumentos: están los que se opondrán de plano (la mayor
parte del peronismo, la izquierda y algunos más), los oficialistas
ampliados (por su cosecha electoral y por cooptaciones puntuales, que en
no pocos casos disfrazan coincidencias ideológicas con los cambios que
propone Milei) y para todos los demás, existe Banelco. Como en los
tiempos de De La Rúa y Flamarique, y con el mismo objetivo: imponer una
flexibilización laboral esclavista. Y si no creen en coincidencias, allí
están Patricia Bullrich y Sturzenegger para tratar de conseguir lo que
entonces no pudieron, o no perduró.
Pero así como el debate es
innecesario (lo que no quita que el que lo quiera dar, bienvenido a
darlo), la pelea para detener la reforma es imprescindible, en las
calles, en las fábricas, en el Congreso e incluso en los tribunales: De
hecho la misma reforma que busca tornar nulo el derecho de huelga busca
casi suprimir la justicia laboral, con el pretexto de la industria del
juicio; porque saben que es un fuero hostil a las trapisondas del
capital.
Y la pelea es imprescindible porque la reforma laboral
es la figurita difícil que -con esta extensión y profundidad regresiva y
feroz- han venido buscando todas las fracciones del capital desde hace
décadas, para concluir definitivamente con el ciclo de la Argentina que
gestó al peronismo, y fue a su vez gestada por él. Por eso están en
juego muchas más cosas que los derechos de los trabajadores, o sus
salarios y condiciones de trabajo.
Nota original