REFUGEE
"REFUGEE"
Edición original en vinilo: marzo 1974
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Signo fiel de que a menudo la tecnología no hace justicia con esas viejas joyas que nunca representarán pingües ganancias para las compañías discográficas, la versión remasterizada de "Refugee" hubo de aguardar tres décadas para ver la luz en formato digital. Y tarde pero seguro llegó, sin alarde ni bonus tracks, pero al menos contiene todo lo que ofrecía el vinilo de Charisma Records. No es poco.
Seis brillantes temas comandados por dos piezas épicas, "Grand Canyon suite" y "Credo" ambas divididas en varios movimientos despliegan un particular abanico sonoro que, como era de esperar, reposando pesadamente en los teclados de Patrick Moraz adquiere gran riqueza instrumental. Porque en esencia Moraz queda retratado como un compositor sumamente creativo que introduce extensos y deliciosos pasajes en piano con uso moderado del Moog, órgano, mellotron y accesorios... y hasta se da el lujo de soplar un cuerno alpino con singular eficacia.
El cóctel Refugee es tan variado como el que batía The Nice, sin embargo, abriéndose camino por senderos sinfónicos, jazzísticos, barrocos y el más elegante tutti-frutti, Moraz emerge con un muestrario diferente que deja de lado las adaptaciones clásicas emersonianas para aventurarse en su propio sonido, típico de otro virtuoso. La efímera existencia del trío deja abierto el interrogante acerca de la posible incursión de Moraz en terrenos afines por los que circulaba Keith Emerson, pero al menos en este disco las obras de Bach, Sibelius, Bernstein, Brubeck, Bob Dylan y otras reliquias no asomaron por los surcos.
Sí en cambio asomó la inspiración en la vida real y el humor. "Papillon", el enérgico instrumental que abre el disco y que nos hace sentir como si nos balanceáramos en una montaña rusa, responde a las impresiones del grupo tras una vuelta por el cine para pescar el estreno, justo en esa época, del clásico del mismo nombre estelarizado por el brillante dueto Steve McQueen-Dustin Hoffman.
Otro documental de entonces sobre el Cañón del Colorado trazó su impronta en la imaginación de Moraz-Jackson, de la que brotó la portentosa "Grand Canyon suite", y se cuenta que el título "Ritt Mickley" es un divertido homenaje á la Jackson-Davison al fuerte acento extranjero que Moraz dejaba oír toda vez que, en particular, pronunciaba el adverbio "rhythmically".
La dicha de volver a apreciar juntos a estos dos ex-Nice refuerza lo que siempre sostuvimos acerca del enorme potencial de Brian Davison, uno de esos bateristas injustamente subestimados que hubo de terminar sus días subsistiendo de la enseñanza. Su vida no fue fácil y posiblemente haya sido una de las razones por las que Blinky nunca habría de tener una tercera gran oportunidad tras el desmembramiento de Refugee, aún a pesar de su breve paso por Gong. Lo mismo cabe señalar para Lee Jackson, aunque sus condiciones como instrumentista y particularmente cantante siempre estuvieron acotadas. Sin embargo, Jackson repetiría en Refugee su mismo rol de The Nice, esto es, su aporte como co-arreglador y letrista, lo que en su conjunto arrimaba, aunque sin descollar, varios puntos a favor. Una vez más, al igual que Blinky Davison, el futuro de Jackson se apagó al mismo tiempo que la luz de Refugee. Dos jubilados del rock cuando aún andaban muy lejos de los 40, una lástima...
Por lo que, si hubo alguien marcado por la varita mágica en este disco, ese fue Patrick Moraz. Aunque nada de magia porta su vertiginoso ascenso en la escena de los ’70, sino más bien el claro reflejo de un gran talento musical que no en vano se prolonga hasta la actualidad, porque a sus 62 años este suizo hoy radicado en Estados Unidos todavía es nombre caliente en el rock. Tras una larga estancia en los Moody Blues, Moraz se afianzó en la carrera solista que iniciara en 1976 con el álbum "Story of I" y hoy ya lleva casi una veintena de discos en su haber.
Ciertamente "Refugee" es otra de sus meritorias creaciones y vaya uno a saber la dimensión que podría haber cobrado el trío en pleno de no ser por su prematura ruptura. En fin, otro de los misterios que se lleva el rock... aunque por suerte nos dejó un legado impreso en oro de alto quilataje.