Esto de los regalos de Navidad es para volverse loco cuando uno tiene la romántica creencia de que cada presente navideño debe ser escogido específicamente para el destinatario y que eso de darle lo mismo a todo el mundo, es una costumbre de empresas y no de personas. Para que las compras no sean eternas yendo de un almacén a otro, decidí gastarme toda la plata en series y películas en blu-ray pero, eso sí, intentando que cada quien se lleve lo que necesita (o lo que merece). Comparto con ustedes mi lista de Navidad.
A Juan Manuel Santos: Downton Abbey para que recuerde, de una vez por todas, que se debe gobernar tanto para “los de arriba” como para “los de abajo”.
A Alejandro Gaviria: Sherlock, a ver si copiando las tácticas del detective, logra resolver ese caso sin solución que es la salud colombiana.
A Gustavo Petro: House of cards para que descubra, finalmente, que lo que hace a un político memorable no son las peleas que caza, sino los objetivos que lo guían.
A los libretistas de los canales privados: Orange is the new black, a ver si recuerdan la diversidad que pueden tener los personajes femeninos cuando se escriben bien, y dejan de pensar en términos de “esposa de”, “madre de”, “amiga de”.
A Juan Carlos Ortiz, el de Interbolsa: Las dos caras de enero, para que nos cuente qué se siente que Viggo Mortensen haga de uno en una película.
A Álvaro Uribe: True detective y Dallas buyers club. Para que vea que, como Matthew McCounaghey, la gente sí es capaz de reinventarse si se lo propone y deja de actuar siempre igual.
A Julio Sánchez Cristo: Modern family, para que la vea completica y alguna vez sea capaz de hablar de las buenas escenas de Sofía Vergara y no de “lo buena” que está.
A Sergio Fajardo: Birdman, para que en los “detrás de cámaras” pueda ver al gemelo del que lo separaron al nacer, Alejandro González-Iñárritu.
A Roy Barreras: El cazador de cocodrilos porque seguramente podrá reconocer a familiares que hace mucho no ve.
A Maluma: Glee para que vea algunas formas realmente creativas de adaptar canciones a un formato juvenil, sin necesidad de decirle “princesita” a las niñas que hacen parte de su grupo en La Voz Kids.
Seguramente me faltaron regalos, ustedes me dirán. Pero creo que los que di están bien, a ver si de pronto mostrándoles a los famosos y poderosos, series y películas bien escritas, dejamos de vivir en un país tan mal libreteado.