Regalos muy útiles

Publicado el 16 mayo 2010 por Kotinussa

Hace un momento estaba dándome mi conjunto habitual de retoques antes de salir al mundo exterior, y me ha venido a la cabeza la misma pregunta que siempre me hago cuando abro mi bolsita de pinturas de guerra. Como la pregunta queda siempre sin respuesta y queda un rato antes de que me vengan a buscar, la lanzo al viento a ver si alguien me puede dar una solución satisfactoria.

Hace poco, al comprar un producto en la perfumería, me regalaron un estuche de sombra de ojos. En principio muy de agradecer, pero no tanto si pensamos que no me dejaron escoger el color que necesitaba o me favorece y me dieron la que tenían preparada. La sombra de ojos en cuestión tiene el mismo color de un tinto de verano. Es decir como un tono burdeos rebajado y apagado. Ni que decir tiene que nunca la he usado porque se me escapa qué interés puede tener alguna mujer en lucir unos párpados de ese tono. Últimamente, con todo lo que se comenta sobre las mujeres que finjen ser objeto de malos tratos para exprimir a un marido al que se quieren sacar de encima sin quedar como las malas de la película, había pensado que puede venir bien ir a presentar una denuncia o una demanda de separación con los ojos como si te hubieran pegado sendos puñetazos.

En una comedia de Pemán de la que ya nadie se acordará y que yo vi cuando la televisión era en blanco y negro, titulada “Los tres etcéteras de don Simón” y que transcurre en la época de la invasión francesa, una de las protagonistas le recomienda a otra una buena táctica para convencer a su churri, que la ha dejado plantada, de que va como un alma en pena y que tiene que volver con ella si no quiere cargar su conciencia con una muerte por penas de amor. La lista le recomienda a la otra que se coloree un poco los ojos con un cosmético de un ligero tono violáceo, al tiempo de comentarle al fulano en cuestión que esas ojeras son producto de los hartones de llorar que lleva desde su abandono.

Yo no necesito fingir ojeras. Cuando nací, en el hospital se equivocaron y en lugar de hacerme los agujeritos para los pendientes me tatuaron unas ojeras del tamaño de una torta de aceite, de forma que normalmente las disimulo con una barra de corrector para ojeras. Y en el caso de que me viera deshonrada y abandonada sólo tendría que dejarme en mi estado natural para dar mucha pena.

Imagino lo que ocurriría el día en el que se me olvidara darme el corrector de ojeras y simultáneamente decidiera darme la sombra tono “tinto de verano” para aprovechar el regalo. En el mejor de los casos estaría preparada para sustituir en una película a uno de los niñatos vampiros de Crepúsculo. También podría pasar que la gente se apartar disimuladamente de mi lado en el autobús, o que me dejaran saltarme toda una cola ante el temor de que les atizara una dentellada en la yugular.

Desde hace unos años los expertos en maquillaje te recomiendan dos “looks” totalmente contrapuestos: ir pintada como una puerta procurando que se note mucho que vas pintada como una puerta, con tonos únicamente existentes en el hábitat de los loros u otras aves tropicales (turquesas, verde esmeralda o cualquiera de esos colores discretos), o ir pintada como una puerta pero de forma que parezca que no vas pintada en absoluto, como si después de levantarte sólo te hubieras lavado la cara y pasado un peine por la cabeza, pero que tampoco se note que te has pasado una hora manejando el secador, el cepillo, la plancha para el pelo y demás artilugios. Los párpados amoratados creo que no entran en ninguna de las dos opciones, por lo que no comprendo qué ventaja o rentabilidad puede tener sacar al mercado una sombra de ese color.

Si alguien tiene la respuesta, a ver si me la cuenta. Porque estoy a punto de tirar a la basura el estuchito en cuestión, que no hace más que molestar y aparecer cuando estoy buscando otra cosa.

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