No conozco ninguna organización en el mundo del deporte profesional que esté más dispuesta a incorporar tecnología para juzgar de forma correcta las acciones que durante el juego suceden y, por tanto, aplicar el correspondiente régimen de sanciones, que la NFL. Ni la NBA, ni la FIFA -para qué decirlo!-, son tan abiertos como la National Football League. Fijaros que no solo se utiliza el video para revisar jugadas sino que se permiten las repeticiones "en vivo y en directo" en el propio estadio; hecho que, sin ir más lejos, prohibió la UEFA; ni tan siquiera son imaginables los problemas de orden público que ello provocaría en más de un terreno de juego europeo!. Pero como toda creación humana, la estricta aplicación del reglamento -aún con esos medios- no puede evitar que se sigan cometiendo errores, que algunas decisiones sean injustas o que las sanciones aplicadas sean, en algunos casos, excesivas y en otros, demasiado permisivas.
La revisión de jugadas es una excelente herramienta sometida al yugo de la improvisación. Como planteamiento, debería ser genial poder re-arbitrar una acción observando las imágenes, una y otra vez, desde varios puntos de vista. Ocurre que todo queda en agua de borrajas cuando la normativa impone un punto de partida que desvirtúa todo el proceso: permanecerá la decisión que sobre el campo se ha tomado a no ser que se tenga la certeza absoluta, de que se ha incurrido en error. Es decir, que cuando el QB Michael Vick anota un touchdown, clarísimo en directo, y los árbitros lo conceden, para que la decisión se reconsidere será necesaria una imagen imposible de obtener. Esa imagen debería mostrar a Vick sobrevolando la línea de anotación y su posición sobre la vertical de la misma, imposible ya que hay jugadores de ambos equipos luchado por la jugada. Por tanto, se sigue concediendo un doble valor a la decisión tomada en el momento sobre las grandes dudas que las imágenes nos infunden. No tiene ninguna lógica.
Austin Collie, cazado legalmente por la defensa de los Eagles
El último punto a tratar se refiere a la protección de los jugadores. Es un tema espinoso porque, al fin y al cabo hablamos de personas pero no por ello renunciaré a un claro posicionamiento: los jugadores saben cuales son los riesgos de la práctica de este deporte; les va en el sueldo. El equipamento deportivo -como bien comentaba Zanoni-, ha evolucionado tremendamente en las últimas décadas. La normativa fija una serie de normas para los placajes y acciones violentas, castigando duramente al jugador (y al equipo) infractor, pero nunca se podrá evitar que un quarterback -o cualquier otro jugador- reciba un golpe demasiado tarde o demasiado duro; o incluso en ninguno de los dos casos, dos golpes simultáneos en sentidos contrarios, o un impacto no esperado contra el suelo que le comporte un grave perjuicio. Lo que por tanto debemos evitar son situaciones que caen en lo ridículo: mientras vemos auténticas masacres sobre algunos quarterbacks, ayer se sancionó un leve manotazo de Trent Cole sobre Peyton Manning pero fue perfectamente legal el triple golpe que nos hizo temer por la suerte de Austin Collie (Quintin Mikell, Kurt Coleman y... el suelo). Si lo que queremos es evitar cualquier riesgo habría que derruir la NFL para dar paso a la NFFL (National Football Flag League), pero sospecho que no nos ofrecería el mismo espectáculo. Incluso estadísticamente, la comparación entre la cantidad de tackles realizados por todos los equipos de la competición durante una temporada y la cifra de lesionados graves, es suficientemente significativa. Más allá aún: a menudo, los golpes más brutales que el espectador podría señalar no son, ni de lejos, los que causan un mayor perjuicio al atleta.
Repitámoslo de nuevo: es imposible salvaguardar la integridad física con absoluta garantía porque el fútbol americano es, en su naturaleza propia, un deporte de alto contacto y si se va más allá en este tipo de limitaciones, se está yendo contra la misma base de este deporte.