Tanto Morsi como Rajoy tienen, para el asombro de algunos, alguna que otra similitud para echarse la mano
La intervención del ejército – querido Antonio – ha sido precisamente para construir, de una vez por todas, una democracia ética en Egipto. ¿Qué hacemos si este señor ha engañado a su pueblo? ¿Lo dejamos que siga su curso y gobierne con una Constitución islamizada y con un setenta por ciento de desaprobación social?, ¿es ético que un señor siga gobernando con 17 millones de personas pidiendo su cabeza a la sombra de las pirámides?
Cuando un Golpe de Estado – tal y como ha defendido Obama, la OTAN y las Naciones Unidas – es un medio para alcanzar un fin democrático, no puede, o al menos, no debe ser sancionado por los árbitros del juego. Solamente Turquía – estimado Antonio – ha censurado el Golpe. Lo ha censurado porque sus “Hermanos Musulmanes” han sido destronados de un sillón inmerecido. Por ello, donde tú ves paralelismos con Mohamed y Mariano, yo solo vislumbro una comparación falaz entre dos países antagónicos. Mientras Rajoy fue investido presidente en el seno de una democracia consolidada, Morsi, lo fue tras el derrocamiento de Mubarak, el último faraón que castigó durante cuarenta años a un país sediento de aire.
Tanto Morsi como Rajoy han hecho de la capa un sayo y han barrido para los suyos
Entonces, siguiendo tu argumentación – le contesta Antonio a Ernesto – si en España se juntasen todas las mareas de la indignación ciudadana y una chispa insignificante – como ha sucedido en Brasil – pusiera en las principales plazas del país a 20 millones de ciudadanos, pidiendo la cabeza de Rajoy. ¿Verías con buenos ojos que el ejército tomase el poder y sacase los tanques al asfalto de Madrid, como lo hizo en tiempos de Tejero? Sería esa una ética solución para el futuro democrático de España. ¿Podemos, y lo digo en voz alta, construir las reglas del juego con el testigo, mediante, de uniformes militares?, ¿no existen otros instrumentos legales para que el pueblo soberano diga NO a las estafas electorales? En España existe desde hace casi dos años, un líder que gobierna a su antojo sin respetar, ni un punto, ni una coma de su supuesto “programa electoral”. Un gobernante que prometió moderación y a cambio ha gobernado desde la radicalidad ideológica de sus siglas.
Nuestro Morsi – se refiere a Rajoy – gobierna para los suyos. Manda, sin darse cuenta que cada día que pasa: el silencio de las plazas es el mismo que reinaba en Egipto desde los tiempos gloriosos del derrocamiento de Mubarak.
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