En estos tiempos convulsos, raro es el día, por ejemplo, en que no se produce una agresión, física o verbal, a un profesional sanitario en los ambulatorios u hospitales de nuestro país por parte de un usuario disconforme con el procedimiento de atención o el trato dispensado y el tratamiento terapéutico prescrito en consulta. Tales energúmenos con derecho a seguridad social se comportan como si los recursos sanitarios fueran de su exclusividad y los criterios médicos tuviesen que atenerse a sus exigencias o expectativas. Y cuando no es así, reaccionan violentamente, se saltan las normas y faltan el respeto o agreden injustamente al personal médico o sanitario que tienen por delante. Ni la educación obligatoria que se supone han recibido, ni el civismo de la comunidad en la que están integrados, ni los progresos materiales o las comodidades de que disfrutan, comparadas con las de épocas pasadas, parecen haber ejercido ningún efecto en sus conductas primarias, egoístas e intolerantes. Rezuman rechazo a la sociedad por su situación personal, en algunos casos, o por mera inadaptación a las normas cívicas de convivencia, en muchos otros.
Personajes públicos o de la esfera privada que no se resisten a proferir graves insultos y descalificaciones contra dirigentes contrarios a su ideología o tendencia política, sin pararse en mostrar el debido respeto personal hacia el adversario en la lid electoral. Ofrecen un espectáculo bochornoso. Así, todo un catedrático de la Universidad de Barcelona no tiene reparos en publicar mensajes homofóbicos y chabacanos en su red social contra el candidato socialista de aquella comunidad en el marco de la actual campaña electoral, sin siquiera competir con él como candidato. Simplemente, lanza su exabrupto barriobajero por desfogue de la violencia que su educación universitaria y científica no ha podido contener por más tiempo. Más aún: a la joven candidata de Ciudadanos le llueven las amenazas, los insultos y hasta los atentados (lanzan una cabeza ensangrentada de cordero a una mesa de su formación), más por ser mujer –y guapa- que por ser adversaria política con posibilidades de arrebatar el triunfo electoral a los independentistas. Una violencia de estilo mafioso, la más de las veces anónima, que no hace ascos al insulto y la grosería misógina, como la que exhibió un actor catalán en un ripioso tuit, en el que la llamó “mala puta”.
Lo triste de todo ello, además de preocupante, es que muchos pensábamos que, con la llegada de la democracia y el progreso material y moral que proporcionaría, las conductas intolerantes, los arrebatos sectarios, los actos y las descalificaciones machistas, homófonas e intolerantes serían superados como cosas del pasado, resabios de un ambiente dictatorial, paternalista y falto de educación, algo totalmente trasnochado. Sin embargo, el tenue avance en nuestra convivencia cívica parece haberse detenido para dar lugar a una regresión moral que contamina nuestros comportamientos y actitudes. Tan endeble parece haber sido aquel civismo individual y colectivo que, bien por la irrupción de la crisis económica y las apreturas que ha traído, bien por la impunidad que nos brinda el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación, permitiéndonos cualquier comentario gratuito desde el anonimato, pronto lo hemos desechado para recuperar la vieja esencia cainita del enfrentamiento visceral, la proliferación de odio y hasta la violencia física más descarnada e irracional. Hemos olvidado enseguida los avances éticos de la convivencia, basados en el respeto al otro, la libertad del otro y la igualdad de todos en tolerancia y paz. Estamos permitiendo que una regresión moral se instale en nuestra sociedad para que nos convierta en energúmenos en vez de ciudadanos miembros de una sociedad en la que todos somos iguales en derechos, también en deberes, gracias a la democracia y la libertad que nos hemos dado. Y no distintos por el uso de la fuerza y la violencia con las que algunos pretenden comportarse para imponer su santa y cavernícola voluntad. ¡Cuánta falta hace aquella imprescindible educación para la ciudadanía!