¿Regreso a la "guerra fría"?

Por Cayetano
Catedral de San Basilio Imagen tomada de Wikipedia
Estamos asistiendo en la actualidad a un rebrote peligroso de las tensiones a escala internacional.  El conflicto de Crimea es un ejemplo. Hay intereses económicos y geopolíticos en juego. Rusia fue la gran perdedora, la gran humillada de la “guerra fría”. El coloso ruso vio cómo año tras año fue perdiendo capacidad de control sobre su antigua área de influencia. Sus antiguos países satélites que formaban el Pacto de Varsovia y el COMECON -así como una buena parte del territorio soviético (por ejemplo Ucrania y por lo tanto Crimea)-, se han ido desvinculando de su tutela y han ido a engrosar en la mayoría de los casos las instituciones (UE, OTAN) que forman parte del control occidental.  El acoso sufrido por lo que fue la URSS ha provocado un rebrote del sentir identitario, un nacionalismo que estaba en letargo, adormecido, pero no muerto, ese que tal vez añore los tiempos de la Rusia imperial zarista o del “zar rojo”, Iosif Stalin.  Occidente, como única respuesta, se ha dedicado todas estas décadas a arrinconar a un gigante que seguramente no se contenta sólo con las migajas del banquete que supone su pertenencia al G8. Un toro arrinconado embiste seguramente si no tiene una salida. Y eso es precisamente lo que está haciendo.
El panorama no resulta tranquilizador, sobre todo si se hace un análisis comparativo con otras épocas históricas. Puede que en relación con el asunto de Crimea más de uno no se resista a establecer un paralelismo entre las últimas medidas de Putin y las de Hitler antes de que se desencadenase la Segunda Guerra Mundial. Hitler comenzó su andadura expansionista con la anexión de Austria mediante un plebiscito y con la incorporación de los Sudetes al Reich alemán. ¿Se contentará Putin con Crimea? Pero Rusia es tan sólo un ejemplo de lo que está pasando.  El problema es global.  La globalización económica no ha tenido en cuenta el sentir de los pueblos.  Se hace necesario encontrar nuevas vías que, sin borrar las peculiaridades identitarias de los colectivos, encuentren vínculos que abran y no cierren puertas.  La escritora de ascendencia turca Elif Shafak, según recoge la prensa (*), habla de la necesidad de “un nuevo cosmopolitismo” que frene los nuevos brotes nacionalistas y xenófobos que irrumpen de forma peligrosa en buena parte del mundo.  “En vez de limitarnos a la oposición binaria de la política identitaria, debemos hacer todo lo contrario, multiplicar nuestras adhesiones y afiliaciones”, escribe.  “Yo soy de Estambul, y soy del Egeo, y de Oriente Próximo, y de Asia, y de los Balcanes, y de Europa oriental, y de Europa, y de ninguna parte y del mundo entero. Cuantas más definiciones tenga una persona, más probabilidades tiene de que su identidad se solape con la de otra. Las identidades coincidentes unen a la gente y reducen las tensiones, el odio y los nacionalismos. Es más difícil odiar a otro cuando pensamos que tenemos muchas cosas en común”.  El reto actual es lograr evitar tanto la desintegración de las identidades nacionales como los conflictos que se están incubando por ignorar esas identidades.  En vez de conflicto violento, más armonía y equilibrio entre los pueblos, con instituciones comunes donde se vean realmente representados. En caso contrario nadie nos garantiza que no regresemos a tiempos no ya de la “Guerra Fría” sino de la “Paz Armada”, exactamente un siglo atrás. 
(*)TheWorldPost, citado por El Pais,  http://elpais.com/elpais/2014/03/12/opinion/1394622061_921601.html