Las planicies del sur de
La primera vez que uno ve PARIS, TEXAS puede correr el riesgo de quedarse tan solo con los icónicos escenarios de una road movie, la atribulada mirada de un singular personaje llamado Travis o los sones punzantes e hipnóticos de la steel guitar. No es nada extraño. Son dos ferrosos imanes para la contemplación y el recreo de la memoria.
Afortunadamente, PARIS, TEXAS es mucho más que estos poderosos arcanos: un muestrario de emociones, una invitación a reconocernos en los demás, una esperanza en las relaciones humanas. Es nostalgia, sensibilidad, búsqueda de redención y fe en el reencuentro con los otros.
Travis podía seguir dando vueltas por el desierto o haber muerto deshidratado sin que nadie nos hubiésemos percatado de su delirio. Son los otros, los demás, quienes le hacen volver a la conciencia tras cuatro años de perdición, y nos otorgan asimismo la medida de nuestra existencia. Cuando uno anda perdido las segundas oportunidades existen siempre gracias a los demás, aunque solo sea su recuerdo el que nos haga atravesar desiertos inhóspitos.
Ahora, Travis mira embobado sus viejas grabaciones, incapaz de reconocerse sino en el fracaso, mientras somos nosotros los que, estremecidos, vemos desfilar en ellas todo cuanto nos da fuerzas para seguir viviendo. La tonada Canción Mixteca nos inundará de nostalgia y sentimentalidad.
Esta es la historia de un doloroso y lento reencuentro, tan amargo como necesario.
La soledad y la culpa nos acompañarán desde el comienzo, pero el viaje merecerá la pena.Hoy volveremos a congregarnos frente a la pantalla para volver a ser quienes somos y no la sombra de quienes fuimos. Volveremos a buscar la sonrisa de quienes nos animan a vivir, los ojos que nos iluminan, la piel de nuestra carne por la que atravesaríamos mil desiertos.
Es tiempo de partir al hermoso encuentro de los nuestros. Regresamos aPARIS, TEXAS