Llevo una hora y media mirando al cielo por la ventana de mi casa y nada. Soy uno de los muchos seguidores de “Regreso al futuro” que quieren darle la bienvenida a Marty McFly y Doc, pero de momento se están haciendo de rogar. Mi novia me pregunta si me pasa algo y si he tomado la medicación. Se ríe de mí. Está convencida de que Marty no va a aparecer alegando que no es real, que es solo un personaje de ficción. La miro con una expresión muy de aquí, ladeando la cabeza ligeramente hacia un lado. “Pobriña”, pienso. Mis dos hijos, que apenas tienen dos semanas de vida sí que me siguen el rollo, viven con tanta intensidad la llegada de Marty que se han quedado dormidos y babean.
—Cierra la ventana ya, cariño. No seas friqui.
Un romántico “No tienes ni puta idea” se escapa de mis labios. Ella está a punto de increparme cuando un destello azul blanquecino ilumina el cielo tres metros por encima de la terraza de mi habitación y dos estelas de fuego calientan el aire nocturno. Reconocería ese coche en cualquier lado. ¡El DeLorean! ¡Al fin!
21 de octubre de 2015.
El futuro se ha vuelto presente sin darnos cuenta y de la misma manera, en breve, todo será un recuerdo. Han pasado 30 años, así, de un plumazo, pero para Marty y Doc solo ha sido un centelleo en el continuo espacio/tiempo.
—¡Hola chico, cuánto tiempo! ¿Vamos bien para Hill Valley? — exclama Doc al verme mientras me guiña un ojo y abre la puerta de mariposa de acero inoxidable de la máquina del tiempo.—La última vez que te vi no levantabas un palmo del suelo…
—¡Doc! ¡Marty! ¡Se me ha hecho largo, chicos!
Marty, da un pequeño y grácil salto desde el habitáculo del coche hasta la terraza de mi habitación y le da un beso a mi novia —que tiene la boca abierta como una muñeca hinchable— en la mejilla.
—Veo que has sido papi…al cuadrado. Buen trabajo Tony…
—Ya ves Marty, Sperman me llaman. Y eso que no estaba concentrado que si me pongo de verdad hago media docena.
Les hago pasar y durante un rato nos ponemos al día. Les cuento todo lo que ha pasado en los últimos 30 años: les descubro Internet y debido a sus insistencia acabo haciéndoles una dirección de correo electrónico a cada uno: martymcfly@gmail.com y doc@gmail.com. Niegan con la cabeza, en silencio cuando les cuento las guerras del Golfo y la de Irak y se les pone el vello de punta cuando les anuncio el atentado a las Torres Gemelas. Marty le implora con la mirada, pero Doc niega, con gesto grave, con la cabeza. “No podemos intervenir”.
La crónica deportiva pasa por la Roja y sus gestas. Por el gol de Abreu. Les sorprenden que Bill Cosby sea un violador casi tanto como que esté a punto de estrenarse el Episodio VII de La Guerra de las Galaxias; nos reímos cuando les cuento que a Sabrina se le escapo una teta en fin de año y le doy un sobre a Marty para que lo lea cuando pueda. En la carta le cuento que el actor que le encarna, Michael J. Fox, padecerá dentro de muy poco la enfermedad de Parkinson. En una escena familiar, rompe la carta en muchos trocitos y me dice lo que ya sé. “No debemos saber nada sobre nuestro futuro”.
Raquel nos ofrece unas Coca Colas zero con cafeína, pero las rechazan.
—Somos más de Pepsi Perfect.
Aseguran que el futuro no es como se lo esperaban y hacemos una lista de cosas que deberían haber sido y no son. Ellos preguntan y yo respondo.
—¿Hoverboard?
—Estamos trabajando en ello.
—¿Videoconferencia?
—Sí, eso sí. Se llama Skype.
—¿La mujer explosiva?
—Tenemos Badoo.
Debido a su insistencia también acabo abriéndoles una cuenta a cada uno. Marty1985 y DocPerillón.
—¿Robocordones?
—Ummmm, no exactamente. Se está volviendo al velcro.
—Coches voladores sí, ¿no?
—Pues la verdad es que no. Ni patinetes, ni coches. No hay nada que vuele, pero hemos inventado los drones.
—¿Drones? ¿Y para que sirven?—pregunta el inventor curioso que es Doc Brown. No para de tomar notas de lo que le cuento.
—Para llevar cosas de un sitio a otro, tienen aplicaciones militares, para llevar órganos en operaciones…
—Qué fuerte…—susurra sorprendido Marty.
Ponemos la tele, quizás un informativo les haga ver cómo es de verdad el siglo XXI. Los bebés duermen plácidamente en el salón y mi novia sigue con la boca abierta sin pestañear. Ahora es ella la que parece una friqui.
—¿Ese quién es?—pregunta Marty.
—Es Pablo Iglesias. Paul Churches.
—¿Y en qué grupo toca?
—No es un artista. Es un político. Pero si tocase algo yo diría que sería la armónica.
—¿Qué tal los políticos del futuro?
_ Bueno… Digamos que a más de uno le hacía falta una descarga de 1,21 gigavatios… Vía anal.
_Comprendo.
Hacemos zapping y se quedan maravillados de lo mucho que ha cambiado el mundo y lo poco que lo ha hecho Jordi Hurtado.
—Es más— apostilla Doc— creo que está exactamente en la misma posición que en 1985. La sonrisa es exactamente la misma, en serio, soy muy bueno con las caras.
Nos despedimos. Los echaré de menos. Marty le da un beso a los bebés en la frente y Doc hace una reverencia a Raquel que parece que empieza a reaccionar. La pareja de viajeros en el tiempo se sube al coche y el rugido del motor inunda el bloque de edificios. No me acabo de acostumbrar a verlo elevarse en la noche; el zumbido del motor va en aumento: el destello blanco y azul inunda de nuevo la calle y la onda expansiva de la turbulencia espacio temporal me levanta el pelo y mueve mi camiseta.
Supongo que habrán vuelto a 1985, a la época de Reagan, de Michael Jackson, del VHS…
Yo me quedo de momento en 2015. Por fin he llegado.
Estoy en el futuro.