"Sabor que queda de la comida o bebida". ¡Ay, qué cosas! Intento recuperar alguno, aunque sea difícil en ausencia de los imprescindibles aromas que suelen conectar un no sé qué con otro no sé qué para evocar ese sabor. Por ejemplo, el de una Frittatensuppe, que parece más bien un juego para niños en el que alguien se haya encargado de cortar unos pocos crepes en tiras para, después, sumergirlas en un consomé.
Inolvidable el Apfelstrudel del Café Central, combinación templada de manzana con canela, pasas y nueces dentro de un rollo de hojaldre espolvoreado con azúcar glass. Hay cientos de Strudeln más, como el de Powidl, esa mermelada típica austriaca hecha con ciruelas muy maduras, pero el de manzana es el mejor. Insuperable.
Durante mi primera vez en Austria me sorprendió el uso habitual que le daban a las semillas de amapola. Creo que las vi por primera vez en la salsa que bañaba unos ñoquis. Después no dejaron de aparecer sobre muchos tipos de pan o, también, como relleno de otros rollos tirando a sosos a los que llaman Mohnstrudeln.
¿Y qué más? Pues, resumiendo, un paraíso de regustos dulces y salados de los que me quedo con los cafés y las tartitas.