Cuando Reinaldo Arenas abandonó la cárcel cubana que le frustró sus sueños, era más conocido en el extranjero que en la propia Isla. Sus libros ya se habían traducido al francés, al inglés y publicado en gran parte del mundo hispano. Se fue de Cuba en 1980 con la carga moral de mucho talento cubano disperso por el mundo: se fue sintiéndose una persona non grata, un ser inexistente.
Escuchar a Reinaldo Arenas es una revelación. 23 años después de muerto en Estados Unidos, su testimonio le crispa los pelos a cualquiera, pero no todo el mundo en Cuba conoce a fondo la verdadera historia de este hombre, o no la dejan conocer.
Hoy mismo, la colega Hilda Roselló que reside en Estados Unidos, justifica esa revelación intrínseca del poeta perdido: "Leí el escrito (en el Nuevo Herald) y me dio un profundo pesar conocer que estas cosas sucedieron mientras yo, como tantos otros colegas estábamos enfocados en resolver los frijoles para nuestros hijos, batallando con el transporte que nos consumía tanto tiempo y neuronas. Ya, fuera de la que yo he nombrado la "Alcatraz" moderna, Cuba, he despertado no sin dolor por no haber hecho algo más".
Dejen ahora que el escritor entre en sus hogares y escuchen a Reinaldo. No tiene desperdicio. Cualquiera llora con él.
http://youtu.be/k0VT4cSm4n8