Durante años he comprobado cómo las nuevas tecnologías han dado un vuelco enorme al sector. Y lo digo con conocimiento de causa porque tengo la edad suficiente como para haber vivido épocas en las que los ordenadores empezaban a aparecer en las redacciones, en las que en el departamento de maquetación siempre había colas de periodistas con prisas por empezar a darle a la tecla para saber cómo ajustar un texto o en las que los fotógrafos o los técnicos audiovisuales eran imprescindibles a la hora de elaborar una información. Todo eso ya es historia.
No voy a entrar a valorar algunas cosas, cada uno en esta profesión y fuera de ella tiene su propia opinión al respecto de si los cambios han sido para bien o para mal. Es un debate interesante pero poco fructífero a mi juicio. Tampoco es mi intención abrir discusión sobre si antes se hacía mejor periodismo que ahora, sino que quiero referirme a los imprescindibles cambios que se han tenido que producir.
Lo que sí quiero resaltar es que he sido testigo de cómo muchos compañeros se han aferrado durante años a un modelo que otros veíamos que se acababa, han defendido la continuidad de una forma de hacer periodismo que se agotaba, para bien o para mal. Al principio muchos negaban la evidencia, se negaban a usar las nuevas tecnologías y protestaban si se veían forzados a salir de su zona de confort para trabajar. Todos sufrimos cuando nos vimos obligados a ser gráficos en el momento en el que los móviles permitieron sacar fotos con cierta calidad o a grabar audio en diferentes actos para usarlos como cortes en radio. Sufrimos porque eso también suponía inmiscuirnos en el trabajo de fotoperiodistas o técnicos audiovisuales. Muchos profesionales seguían emperrados en elaborar textos que eran inviables en los nuevos medios de comunicación, o se negaban, por ejemplo, a tener redes sociales.
Y también he comprobado como otros muchos se han reinventado. Han optado por ser conscientes de la situación y han decidido adaptarse, formándose en otras áreas o cambiando de estrategia cuando han visto que el mismo camino no les llevaba al lugar deseado. Han pisado tierra y han tenido que ceder para salir adelante, porque como decía Darwin sabiamente "no es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio". Toca reinventarse.