Una niña negra de siete años camina hacia el colegio repitiendo una constante cantinela. Catorce, quince, dieciséis, primo, dieciocho, primo. Observa las formas geométricas de una vidriera y continúa. Equilátero, isósceles, escaleno. Katherine Coleman resolvía ecuaciones de segundo grado cuando apenas alcanzaba la pizarra, terminó el bachillerato a los 14 años y los estudios superiores a los 18, siendo la primera afroamericana en ingresar en la Universidad de Virginia, donde se graduó en matemáticas y francés en 1937. Todo un hito dados los tiempos que corrían. La narrativa fílmica salta en el tiempo y nos ubica, pasando directamente de la infancia a la madurez, en 1961. Ahora trabaja para la NASA efectuando cálculos en un departamento formado exclusivamente por mujeres de color.
Esta película trata de dar visibilidad a figuras clave que contribuyeron de manera inequívoca a ganar la carrera espacial para un país que las discriminaba por partida doble. Tuvieron que salvar tanto las barreras del racismo y la segregación imperantes en una institución de la importancia de la agencia espacial, como los prejuicios de sus compañeros debido a su condición femenina. Pasamos de ser hijas de nuestros padres a esposas de nuestros maridos y madres de nuestros hijos, dice uno de los personajes principales. Ser mujer, negra y universitaria en la década de 1960 en el sur de los Estados Unidos suponía una tarea complicada y todo un reto de cara a la sociedad, pero también dentro de su propia comunidad.
El guión glosa la trayectoria, ensombrecida para la historia, de tres notables matemáticas que gracias a sus conocimientos consiguieron abrir brecha en un ámbito exclusivamente masculino y blanco en los años más duros de la lucha por los derechos civiles.
Las tres cabezas de cartel realizan trabajos inolvidables. La sorpresa, Janelle Monáe, la más joven e inexperta. Conmovedora Taraji P. Henson encarnando el espíritu luchador de Katherine Coleman. Y el recital de Octavia Spencer, Óscar secundario por Criadas y señoras, que aspira a repetir candidatura gracias a su reivindicativa supervisora de aquella división de calculadoras humanas. Nuestro corazoncito se alegra especialmente por ver a un Kevin Costner recuperado para la causa, con un aspecto similar al que lucía en JFK, en un personaje paralelo al que interpretó Ed Harris en Apolo 13.
Theodore Melfi, que irrumpió hace un par de años con la descarada St. Vincent, ha conseguido trasladar a la pantalla el atractivo de una historia desconocida para el gran público. No exenta de emotividad, combina sus momentos de épica, jaleados por la música de Hans Zimmer, Benjamin Wallfisch y Pharrell Williams, con dosis de humor inteligentemente espolvoreadas para equilibrar la gravedad de temas tremendamente delicados. La narración en paralelo de la vida personal de las protagonistas, que podría hacer decaer el interés, ilustra, sin embargo, el contexto social y los trascendentes cambios, de los que ellas forman parte activa, que están por llegar. Este filme absolutamente necesario escribe, por fin, en letras de oro los nombres de estas increíbles mujeres afroamericanas a las que la historia quiso ignorar.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Levantine Films, Chernin Entertainment, Fox 2000 Pictures. Cortesía de Hispano Fox Films. Reservados todos los derechos.
Figuras ocultas
Dirección: Theodore Melfi
Guión: Allison Schroeder y Theodore Melfi, basado en el libro Talentos ocultos de Margot Lee Shetterly
Intérpretes: Taraji P. Henson, Octavia Spencer, Janelle Monáe
Música: Benjamin Wallfisch, Pharrell Williams y Hans Zimmer
Duración: 127 min.
Estados Unidos, 2016