Hace tiempo que las voces se clasifican por color en vez de tesitura, y las mezzos para el barroco necesitan un registro casi de soprano con el cuerpo grave casi de contralto más una técnica que exige incluso más que el belcanto. La americana tiene todo esto con limitaciones; personalmente me gusta su timbre -sé que muchos discreparán- aunque juegue con cambios guturales, dentales o nasales que pueden enmascarar el color aunque siempre se dan en momentos de dramatismo puntual. El estilo para el barroco es impecable en técnica, ornamentos de locura siempre claros, aunque el grave quedase más de una vez tapado por la agrupación camerística y, al menos en Oviedo, demostró una riqueza y variedad interpretativa según los roles, en especial la Ottavia de "la Poppea" de Monteverdi en la primera parte o el aria lenta de la "Ifigenia" de Porta llena de lirismo donde los músicos arroparon aún más la elegancia.
Me encantó el Piangerò la sorte mia del "Julio César" de un Händel (que ya cautivó con su anterior "Furore"), más en la parte rápida que en los lentos flanqueantes, aunque la belleza de la partitura es capaz de sonar siempre bien. Los pianissimi cortaron la respiración y hasta las toses del respetable, porque también las divas son capaces de detener un instante...
Lasciami piangere de Reinand Keiser (de su ópera "Galsuinde, reina de España"), recogida en el CD, Col versar, barbaro, il sangue de Orlandini ("Berenice"), pues ya estaba bien de amoríos y llantos, más los bises de la primera y de Da torbida procella del citado Giuseppe Maria. Sin prisas seguro que hubiera continuado enamorando, pero también los músicos debían alimentarse de algo sólido.