Relativismo imperante

Publicado el 13 noviembre 2015 por Franky
Vivimos tempos de inconsistencia, limitación, parcialidad, e inmadurez. La sociedad se ha aposentado en el relativismo, lo absoluto no tiene vigencia, todos los enfoques son igualmente lícitos y toda autenticidad es relativa al individuo; los pareceres no tienen evidencia ni utilidad universal, sino sólo una justificación subjetiva y relativa. El relativismo es el sistema epistemológico que propugna que el conocimiento humano es incapaz de captar certezas categóricas y universalmente apropiadas y que la corrección del conocimiento depende de determinadas circunstancias y condiciones externas de lugar, tiempo, época, ciclos de cultura u otras; es un método de entender la objetividad y el discernimiento; a su vez, para el subjetivismo el entendimiento humano reside en factores del sujeto cognoscente, mientras que el relativismo lo coloca en factores externos. En general, las cuestiones sobre el relativismo se centran en aspectos concretos; así se habla del relativismo gnoseológico, del moral, del lingüístico y del cultural. La construcción de la materialidad, pues, depende de la subjetividad que, a su vez, surge de las circunstancias.

El docto y científico Papa, Benedicto XVI, centró su enseñanza en denunciar el relativismo de estos días nuestros; como erudito y gran teólogo lo exponía con claridad: "Se va constituyendo una dictadura del relativismo, que no reconoce nada como definitivo y que deja como única medida al propio yo y sus apetencias". De este modo tan diáfano, ha expuesto, en pocas palabras, la realidad del entorno que observamos en derredor. El Papa que leal a la Iglesia, en hermosa lección de humildad, tomó la decisión de enclaustrarse en un convento, para rezar y, guardando prudente silencio, no interferir en nada.

En este ambiente degradado, accidental e inculto, este país vive, al parecer feliz y contento, en su mala educación e incivismo. Puede que se deba a varios motivos, pero fundamentalmente el problema tiene su raíz en el fracaso y ruina de la Educación, que como se sabe, es producto de la política educativa de los socialistas, que desde Felipe rige aquí y que ha sido un rotundo fracaso tanto en la adquisición de conocimientos como en la transmisión de los necesarios valores cívicos, que debieron ser grabados sin titubeos en el alumno, para dominar y gobernar su vida entera. Recuérdese que, en 1985, el ministro Maravall dictó la Ley Orgánica Reguladora del Derecho a la Educación –LODE-, hace ya 30 años, de los que 28 ha regido la legislación educativa socialista y sólo los dos últimos, la ley popular de Wert; por tanto, nuestro sistema educativo, con sus éxitos o fracasos, es obra del Partido Socialista; por sus leyes, se ve España aquejada de uno de los mayores fracasos escolares de la OCDE. Así pues, la desvergüenza es sin duda resultado de que nuestros jóvenes, en vez de educarse, se asilvestran y se habitúan a seguir los impulsos de sus instintos, confundidos con la libertad, sin ser capaces de distinguir sus actos del mal y del bien; y es que sin responsabilidad, no hay libertad.

No tratamos de referirnos aquí a ninguna relación con la moral religiosa, sino de convivencia positiva, de urbanidad, de las pautas mínimas de comportamiento social, que permiten el respeto a las reglas de conducta sanas y convenientes; sin la transmisión de dichos hábitos y conductas, nunca tendremos adultos decentes y ciudadanos respetuosos y rectos. Si los jóvenes de hoy no son educados, corteses y tolerantes, nunca la sociedad futura conocerá la libertad. Y es que la educación es un asunto de Estado, tal vez el más importante de los que hay que atender; los Estados Democráticos de gran importancia cuentan con acuerdos creativos y universales que aportan al sistema estabilidad y duración, requisitos indispensables para la calidad y la formación; es el acuerdo y el consenso plurales y de buena voluntad lo que imprimirá vitalidad a un sistema educativo de eficacia duradera.

C. Mudarra