Relato de fantasía: El Señor del Laberinto

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Nuevo lanzamiento de dados para hacer un relato corto con lo que salga:

Ganai siempre soñaba lo mismo: que entraba en un laberinto y se perdía para siempre. Por eso tenía tanto pavor a esas estructuras. Pero le tenía más miedo al Caballero Azul, que había prometido hacerle picadillo por una afrenta imaginaria... y le tocaba luchar con él en el torneo.

Así pues, en vez de dirigirse a su tienda, donde le esperaba su escudero para prepararle para el combate, les dijo a los soldados que patrullaban cerca del laberinto de setos que iba a meditar y se metió en él antes de que estos pudieran protestar. Se quedaría cerca de la entrada para poder salir pasado un tiempo prudencial y excusarse diciendo que se había perdido. Así, quedaría como un tonto, no como un cobarde.

Sin embargo, cuando consideró que ya habrían decidido dar a su adversario la victoria por incomparecencia del adversario e intentó volver sobre sus pasos, se dio cuenta de que realmente se había perdido. Entró en pánico. Era como en su pesadilla y, como en ella, echó a correr en busca de una salida, alejándose cada vez más de ella.

Ya caía la noche cuando, agotado y desanimado, se dejó caer en un desvío cualquiera, convencido de que moriría en ese horrible lugar antes de que alguien le encontrara. Fue entonces cuando apareció el gato, que se subió a su regazo en busca de mimos. Ganai se los dio, agradeciendo la compañía y, cuando el felino se hartó y decidió largarse, poco deseoso de quedarse solo, le siguió. Lo perdió de vista solo un momento, pero fue suficiente para que el animal desapareciera de su vista y no lograra encontrarlo. Ganai, más preocupado por encontrar al gato que por sí mismo, siguió buscando hasta que encontró la salida del laberinto, donde el mismo par de soldados le recibieron.

-Supongo que me he perdido el torneo -dijo Ganai, fingiendo tristeza y cierta vergüenza.

-Para nada, sir. Vuestro adversario, cuando se enteró de que entrasteis en el laberinto y que no salíais, se internó también en vuestra busca, convencido de que estaríais cerca de la entrada y que solo buscabais escaquearos. Aún no ha regresado -respondió el otro soldado.

Ganai se puso blanco al enterarse de que todo había sido en vano, pero ellos se dieron cuenta de que el Caballero Azul no andaba desencaminado cuando decía que quería escaquearse y cruzaron una mirada divertida.


-No os preocupéis, sir. Ese hombre no es trigo limpio y es casi seguro que no tratará correctamente al Señor del Laberinto. Más bien le veo capaz de darle una patada cuando se acerque maullando, así que no creo que vuelva para enfrentarse a vos. Id a vuestra tienda y descansad, si mañana no ha salido, el torneo continuará sin él.


Ganai así lo hizo y continuó con su participación en el torneo hasta que le eliminaron, pero eso no acabó con su preocupación: si el Caballero Azul sobrevivía, le culparía a él y, como la afrenta imaginaria se había convertido en una real, nada le detendría hasta que le matara. No fue hasta dos días después, cuando el laberinto expulsó el cadáver del caballero, que Ganai pudo respirar tranquilo.

Sigue a @DeborahFMu