Deslumbrados por su poderosa voz literaria, a veces olvidamos que gran parte de la obra de Gabriel García Márquez, en la que también da rienda suelta a su pasión por narrar, es periodística. Quizá su reportaje más famoso y más leído es este relato, publicado por entregas en un periódico colombiano en 1955 y en forma de libro quince años después.
Resulta curioso que la solitaria odisea de Luis Alejandro Velasco le convirtiera por un tiempo en una especie de héroe nacional y en objeto de deseo para los publicistas, que veían en su figura una especie de ser indestructible. Sobrevivir sin medios diez días en el mar no está al alcance de todos los espíritus. El momento de gloria de Velasco pasó y pronto fue olvidado y cuando falleció, en el año 2000, se encontraba en un estado casi de indigencia, como un naúfrago en tierra firme.
Lo que más impresiona del relato de García Márquez es la empatía que muestra por la desgracia de su protagonista, que se transmite rápidamente al lector. Luis Alejandro es el representante de la humanidad que se encuentra de pronto en un medio hostil, en medio de una naturaleza a la que no pertenece. Todas las tardes alrededor de su precaria balsa se desarrolla el drama de la lucha por la vida y el naúfrago es testigo de la ferocidad de la zoología marina, que entabla un permanente combate hobbesiano en el que los más fuertes engullen a los más débiles:
"A veces había un relámpago metálico, un chorro de agua sanguinolenta saltaba por la borda y los pedazos de un pez destrozado por el tiburón flotaban un segundo junto a la balsa. Entonces una incalculable cantidad de peces menores se precipitaban sobre los desperdicios. En aquel momento yo habría vendido el alma por el pedazo más pequeño de las sobras del tiburón."
La naturaleza no es buena: el hombre arrojado en su seno es un ser indefenso y asustado, una presa fácil de los tiburones, que acosan al naúfrago como aves rapaces siempre a la búsqueda de nuevos alimentos en un vano intento de saciar su hambre infinita. Es difícil hablar de armonía en la naturaleza cuando observamos tal caos de voracidades enfrentadas. Realmente fue milagroso que Luis Alejandro pudiera contarlo, que sacara fuerzas de flaqueza y sobreviviera a experiencia tan extrema. No se puedo decir lo mismo acerca de su posterior experiencia con una efímera fama y su vida en sociedad.