Relato semana 1.

Publicado el 14 enero 2017 por Pipervalca

Reto semana 1. Escribe un relato que comience en un día de año nuevo

Melissa abrió la puerta del cuatro cero dos y una oleada de recuerdos la golpeó inmisericorde. Aunque en un principio pensó que no sería buena idea regresar al lugar de sus primeros años, concluyó que enfrentar el pasado ayudaría a desechar esos miedos que le impedían ser feliz.

─Y decías que nunca sería nadie ─susurró a la oscuridad─. Mírame ahora, abuela. Exitosa y millonaria.

Si bien no recordaba a sus padres, aún tenía presente cada uno de los bastonazos que le propinara la anciana durante la niñez. Una punzada en las costillas la hizo retroceder y debió apoyarse en el borde de la puerta para no caer.

Observó el reloj de su teléfono móvil. En diez minutos daría inicio el nuevo año y con él una nueva mujer. Estaba decidida a superar esa etapa de su vida sin importarle que a Eduardo, su actual pareja, la idea de pasar una noche tan especial en un viejo y solitario apartamento le pareciera una locura. Para ella significaba lo contrario, era una terapia necesaria.

En cuanto se adentró en el lugar no pudo evitar sonreír cuando, guiándose con la linterna del móvil, notó que cada cosa estaba en su lugar. El reloj de pared, la mesa de noche y hasta el cactus sobre la radiola se conservaba tal cual recordaba.

Alcanzó su habitación. Dio un par de pasos y alumbró el rincón en el que permaneció llorando tras la última golpiza.

─¡Y no intentes escapar, pequeña bastarda! ─le gritó la vieja en aquella ocasión .

Observó la hora del móvil. Faltaban cinco minutos. Hacia exactamente doce años desde aquella cruel paliza y los vellos de los brazos se le erizaron.

─Me... iré de aquí ─rezongó ese día entre sollozos.

─¡Jamás dejarás esta habitación! ─Había contestado la anciana tras cerrar de golpe la puerta.

Sacudió la cabeza y pensó en salir huir de casa como aquella noche, cuando la radiola iniciaba la cuenta regresiva y su abuela dormitaba en el sofá de la sala.

"Soy feliz y tengo una vida por delante", pensó. "Tú, en cambio, espero estés pudriéndote en tu amargura".

Al darse cuenta estaba sudando y respirando de forma agitada.

─No seas tonta, Melissa. Ya no eres una niña y la abuela ya no es...

La puerta a su espalda se cerró de golpe. Melissa alumbró el picaporte e intentó girarlo en vano. Empujó con suavidad. El empujón se convirtió en una lluvia de puñetazos. Alguien la había encerrado. "¡Nadie sabe que estoy aquí!", se dijo. "¡A excepción de...!"

─¡Eduardo! ─gritó pegando el oído a la puerta─. ¡Sabes que no me gustan estas bromas!

─Te lo dije, pequeña ─reconoció la voz de la abuela y retrocedió temblorosa─. ¡Jamás dejarás esta habitación!

Tropezó con algo y cayó al suelo. El móvil escapó de sus manos. Tanteó con rapidez y no dio con el aparato. En cambio, halló algo suave y esponjoso. Gimió y abrazó la muñeca de su infancia. Le dolía todo el cuerpo.

Intentó levantarse pero se fue de bruces. En su recuerdo, había corrido con todas sus fuerzas, atravesado el pasillo y abandonado el edificio en medio de la algarabía, el festejo y los fuegos pirotécnicos.

─¡Jamás dejarás esta habitación!

La pequeña Melissa, de escasos ocho años, abrazó la muñeca y se arrastró a su rincón favorito, mientras que la risa de la abuela resonaba por todo el apartamento y la radiola anunciaba a los cuatro vientos el nuevo y venturoso año.