Relato: Un juego de tres

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Otro relato hecho en base a los dados que lancé (se puede ver el lanzamiento en el vídeo a continuación). En este caso, llevaba ya muchos relatos seguidos de fantasía, así que he decidido irme a lo romántico, para lo cual he tenido que interpretar los dados de forma más metafórica.

Lucas se sentía aterrado; cuan bicho atrapado en una tela de araña, no había manera de escaparse si no quería perder el poco terreno ganado. Tendría que jugar al minigolf y haría un ridículo espantoso. Otro punto más para Alfredo en la carrera por conquistar a Evelina.

Alfredo estaba lejos de ser un genio, pero no había tardado en detectar todos los puntos débiles de Lucas y en sacarles partido. Por eso, todas las actividades que proponía servían para poner de manifiesto lo habilidoso que era él y el desastre con patas que era Lucas. Con eso, y alguna que otra mala jugada, había logrado ponerle en más de una situación ridícula que había hecho reír a Evelina a carcajadas.

Lucas tenía que alzar la mano y decir basta, pero se había impuesto la norma no escrita de que quien ganara elegía la próxima actividad. En cualquier caso, todos los planes que se le ocurrían a él no eran aptos para un trío de amigos que era en realidad un dúo de pretendientes intentando conquistar a una chica. Por no hablar de que sus puntos fuertes (su ingenio y su buena conversación) no se lucían cuando un tipo interrumpía constantemente lo que estabas diciendo para cambiar de tema.

Así pues, hizo de tripas corazón y se plantó en el minigolf, con el ridículo más que asumido. Sin embargo, sucedió el milagro. En realidad, no era tan difícil. Pura geometría, sin necesidad de ejercer demasiada fuerza. Y Lucas, en matemáticas, era un genio.

Para sorpresa de todos, Lucas arrasó con el minigolf. La euforia de Evelina fue creciendo conforme metía las bolas en la meta y aplaudió como nunca cuando superó la última prueba y ganó el premio gordo. En cambio, Alfredo, mal perdedor donde los hubiera, se ponía de peor humor con cada buen golpe de su rival y estuvo de morros en la cena posterior.

-Bueno, ¿y dónde vamos a ir la próxima vez? -gruñó Alfredo al acabar la velada-. ¿Otra exposición, un musical más?

-Un Escape Room -se iluminó Lucas, de repente. La cara de pánico de Alfredo le indicó que era la actividad correcta-. Me han hablado de uno que es muy complicado, será divertido intentarlo.

-Oh, no parece que a Alfredo le guste demasiado el plan -intervino Evelina, con tono neutro. El alma se le cayó a los pies a Lucas.

-No le veo la gracia, la verdad. Me gusta más la acción -se creció Alfredo.

-Bueno, no te preocupes. Nos vamos Lucas y yo, la próxima vez será -dijo ella, para sorpresa de ambos pretendientes-. ¿Me acercas a mi casa, Lucas?

-Claro -balbució él. Acto seguido, Evelina le agarró del brazo y se dirigieron hacia el coche de Lucas, dejando plantado a Alfredo en el aparcamiento.

-Dios, qué tipo más tóxico -le comentó ella cuando se hubieron alejado lo suficiente-. Ya me estaba escamando que interrumpiera constantemente las conversaciones para ser el centro de atención, pero que estropee una buena tarde con su mal humor por no ganar un juego tonto me parece el colmo.

Lucas estaba en una nube, pero su cuerpo traidor eligió justo ese momento para tropezar con sus propios pies y Evelina soltó una carcajada al verle tan sonrojado.

-¡Qué mono eres! -dijo, para su sorpresa.


Con más confianza, Lucas le abrió la puerta del copiloto y por fin pudieron retomar todas las conversaciones que habían quedado a medias. La dejó en su casa sin contratiempos, pero no se atrevió a dar un paso más, todavía un poco desconcertado por el giro que había dado el día. La noche después del Escape Room, sin embargo, fue ella la que dio el paso. Ya había hecho su elección y no estaba dispuesta a esperar más a ese hombre torpe e inteligente que la volvía loca.


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