Relato: Un mago aburrido

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Un nuevo relato basado en un lanzamiento de dados, que podéis ver aquí:

El mago ya había leído todo lo que había que leer y había visto todo lo que había que ver en su pequeño reino. Se aburría y había exigido a sus súbditos que le trajeran cosas extraordinarias, pero no había dinero en las arcas y la única idea que se les había ocurrido, internarse con él en la selva en busca de sus misterios, no les estaba funcionando del todo bien.

Y es que el mago quería ver cosas extraordinarias, sí, pero sin renunciar a ninguna de sus comodidades ni hacer ningún esfuerzo mundano o mágico, lo que implicaba que sus hombres debían deshacerse de toda la maleza antes de que pasara y despejar un enorme claro cada noche para que montara su lujosa carpa.

En esas condiciones, la posibilidad de ver a un animal que no fuera una araña, un pájaro o un mono curioso era muy remota. Y su señor comenzaba a perder la paciencia, cosa que, cuando ocurría, solía ser letal para algunos de ellos, ya que era muy aficionado a experimentar con sujetos vivos a pesar de las prohibiciones de hacer daño a los inocentes.


Fue entonces cuando se les ocurrió drogarle y disfrazarse para hacerle creer que había visto cosas interesantes. El plan funcionó a la perfección, así que, desde entonces, repetían la experiencia cada vez que empezaba a quejarse de aburrimiento. El problema era que cada vez se quejaba con más frecuencia, probablemente debido a la adicción que le estaban generando, y los efectos secundarios de la droga eran cada vez más imprevisibles.

Todavía estaban a tiempo de parar, pero nadie tenía especial estima a ese mago egoísta y caprichoso al que la droga hacía sumiso y manipulable, así que reforzaron las dosis para que siguiera teniendo alucinaciones y les dejara a su aire. Nadie esperaba que esas alucionaciones, un día cualquiera, comenzaran a ser terroríficas. O que el mago, aturdido, empezara a usar su magia para acabar con esos demonios que ahora veía en lugar de sus súbditos.


Los pocos que quedaron vivos se sintieron afortunados, pero el mago, en un momento de lucidez, se dio cuenta de lo que había hecho y pidió ayuda a sus semejantes, temeroso de haber sido poseído por algún demonio. Una pequeña investigación fue suficiente para que descubrieran lo que había pasado realmente y castigaran a los culpables. El mago, ya desintoxicado, no volvió a aburrirse. No quedaban inocentes entre sus súbditos, así que tenía carta blanca para experimentar con ellos cuando quisiera.


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