Relato: Vigilancia

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

La consigna para escribir el relato de hoy es: Inventa un cuento en primera persona sobre alguien que observa a otra persona. Intenta que sea lo más subjetivo posible.

Vigilancia

Mírale, el muy cerdo, se le van los ojos cada vez que pasa una chica mona. Lleva demasiado tiempo en el parque y el chucho ya ha hecho lo que tenía que hacer, pero sigue dando vueltas. Seguro que tiene al perro para ligar cuando se le acerquen para acariciarlo. Me estoy congelando. Vale, parece que ya se va, ¡en marcha!

Está tardando demasiado en cambiarse para ir a trabajar. Mal asunto si es de los que llegan tarde a los sitios. Anda, antes lo pienso, antes sale de casa. La verdad es que tiene buena planta, el muchacho. Y ha agarrado una bici para ir al trabajo, es un chico sano, pero ¿ahora cómo le persigo? ¡Taxi!

Caray, he llegado por los pelos a la tienda en la que trabaja, a ver cómo se comporta. Bueno, no, mejor que no me vea, me meto en la cafetería de enfrente.


El camarero me mira mal por estar tanto tiempo con un mísero café y de todas formas no hay mucho más que ver. Un dependiente normal y corriente, hay demasiado trajín en la tienda como para que haga algo amoral. ¿Qué sentido tiene vigilarle? Mejor vuelvo a la hora de comer.


Justo a tiempo, está echando el cierre para irse a comer. Que entre en una panadería de las buenas y salga con una barra natural y una caja de pasteles le daría bastantes puntos si no fuera porque no tiene con qué acompañarla. ¿Qué piensa hacer, irse hasta su casa para comer a toda prisa? ¿Es que no puede permitirse comer fuera? Por favor, que no entre en la charcutería para hacerse un bocata y comérselo en plena calle...

Oh, mierda. Se mete en el portal de mi hija. Será posible... Hace que cocine para él y solo lleva el pan, menudo gorrón, con lo caro que está todo. Ups, ella se ha asomado y creo que me ha visto, voy a retirarme antes de que me...

-¡Mamá! -me grita desde el portal. Me hago la encontradiza, pero no cuela. Creo que él ha debido percatarse de mi vigilancia también, porque salen los dos juntos y ella está muy, muy enfadada-. Ni se te ocurra volver a seguirle, ¿me entiendes? ¡Qué bochorno! No puedes espiar a todos mis novios para buscarles defectos, ¿No te das cuenta de que eso no es normal? ¡Estás para encerrarte!

-Pero hija, es que...

-Ni es que, ni nada. Estoy harta de ti.

-Bueno, vamos a calmarnos -interviene él, para mi sorpresa, y se dirige a mí-. ¿Qué le parece si comemos todos juntos? Así podrá usted someterme al tercer grado y así se queda más tranquila.


Mi hija le mira con adoración y yo busco una excusa para irme a casa. Hacer preguntas no sirve de nada, es muy fácil mentir de palabra; los actos son los que nos delatan. En su favor hay que decir que ha manejado muy bien que le estuviera vigilando y que es educado pero ¡invitar a alguien a comer en casa ajena! No sé si me convence...


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