El protagonista de Under the garden, enfermo de cáncer, decide volver a la casa donde, de niño, tuvo un sueño. Pero como dice Barbara, il ne faut jamais revenir / aux temps cachés des souvenirs / du temps béni de son enfance, y lo que el hombre encuentra no es lo que recuerda. Su hermano, que vive en la casa familiar, ha mantenido una relación "real" con el pasado: ha reformado la fuente, ha tirado trastos, etc. Pero el protagonista, ante la inminencia de la muerte, se resiste a creer que la verdad está en la realidad actual y no en sus recuerdos pasados. Y, durante una noche, escribe el relato de un sueño que ha terminado por creer, y en el que aparecen muchos de los tópicos de los sueños en la literatura (confusión espacio-tiempo, detalles escatológicos, lugares reconocibles ligeramente alterados, personajes que hablan un idioma raro). Bajo el jardín de la casa del protagonista, en resumen, puede haber un mundo extraño, al que el niño descendió una vez y donde conoció a un tal Javitt, que le reveló el sentido de la vida y le enseñó un tesoro. Y como el protagonista está a punto de morirse, todo esto le resulta sumamente emocionante. En fin.
Dream of a strange land tiene el tono, la trama y el desenlace de una parábola. Un doctor retirado en una gran casa en el bosque recibe la visita de un leproso. Hay un dilema moral y una intervención del destino, como debe ser. Y no cuento más porque este relato sí merece la pena leerse sin spoilers.
A discovery in the woods es un relato post-apocalíptico. Un grupo de niños se adentran, contra el consejo de los mayores, en el mundo que hay más allá de su valle. Lo que encuentran son restos de nuestra civilización (una casa en ruinas, el esqueleto de un posible soldado), que presumiblemente se ha destruido por completo. Pero, al igual que en Under the garden, el sentido profundo del relato es una experiencia vital (el fin de la niñez en el momento en que se descubre el origen de los mitos) que Greene no convierte en trascendente para el lector.
Las fotos son del trabajo Moonmilk, de Ryan McGinley.
(*) Leopolo Durán era este curita gallego enamorado de Greene. Por lo visto, Greene pasó un par de décadas de crisis religiosa y sacramental, dudando si comerse la hostia o no comérsela. Y al final, de rodillas ante este señor, abrió la boca.