Relatos, novelas y ensayos de José Bianco

Publicado el 01 febrero 2015 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Editorial Atalanta. 378 páginas. Primera edición de los textos: desde 1929 hasta 1986. Esta edición es de 2013. Prólogo de Jorge Luis Borges.
No sé desde cuándo me suena el nombre de José Bianco (Buenos Aires, 1908 – 1986) como autor clásico argentino, pero lo que tengo claro es que en el verano de 2009, cuando viajé a Buenos Aires, ya lo conocía. De aquella visita me traje a Madrid once libros de autores argentinos, y me recuerdo en una librería de la calle Corrientes sopesando si compraba Las ratas de Bianco. No lo hice porque, a pesar de que el precio era muy bajo, no me gustaba la pobre edición de quiosco, aunque de la misma colección me llevé Una novela que comienza de Macedonio Fernández. En mayo de 2013 mi novia me regaló por mi cumpleaños este volumen de la editorial Atalanta, que había salido al mercado unos meses antes y que me había visto hojear en las mesas de novedades de las librerías. Dado mi desbarajuste con los libros que entran en mi casa y que acumulo sin priorizarlos sobre lecturas nuevas, ha permanecido en mi montaña de libros inleídos hasta noviembre de 2014.
Al hojear el libro algo me llamó inicialmente la atención: parecía que incluía la novela La pérdida del reino (1971), que en este libro no llega a las cien páginas, cuando yo tengo esa novela comprada en un rastrillo benéfico y publicada por Adriana Hidalgo, que tiene 477. Así que Atalanta ha incluido en este volumen sólo el comienzo de esa novela, lo que me parece una decisión, cuanto menos, extraña.
José Bianco fue el jefe de redacción de la mítica revista Sur desde 1938 hasta 1961, amigo de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, las hermanas Silvina y Victoria Ocampo, Juan José Hernández o Virgilio Piñera. Además, cuando Bianco se fue a vivir una temporada a París, frecuentó a Albert Camus, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir o André Gide. José Bianco es autor de una obra relativamente breve: en 1932 publicó un libro de cuentos titulado La pequeña Gyaros; en 1941 la novela corta Sombras suele vestir; en 1943 Las ratas; el libro de ensayos Ficción y realidad se publicó en 1972 (reunía ensayos publicados en revistas años antes) y la novela larga La pérdida del reino en 1971.
En el prólogo del libro, Borges afirma: “José Bianco es uno de los primeros escritores argentinos y uno de los menos famosos”. Octavio Paz afirma: “Si hay justicia literaria –ya que no hay justicia divina–, creo que la obra de José Bianco, en lo futuro, subsistirá: será mucho más conocida y estimada, sobre todo, cuando obras más vistosas pero menos esenciales desaparezcan”. Para valorar estas afirmaciones tenemos que tener en cuenta que tanto Borges como Paz eran amigos de Bianco y colaboradores de la misma revista Sur; pero tras leer las novelas cortas que incluye este libro lo cierto es que no me parecen exageradas sus palabras.
Leo el cuento El límite, publicado en 1929 en una revista (incluido luego en La pequeña Gyaros), y escrito cuando Bianco no alcanzaba los veinte años. En una nota inicial se nos informa de que lo que leemos es una versión modificada por el autor en 1983. A pesar de las posibles correcciones, si Bianco podía escribir un cuento así a los veinte años tengo claro que su talento literario era muy grande. El límite es un acercamiento muy sensible a la mentalidad de un adolescente y a su descubrimiento del mundo, del amor y de la muerte.
Voy a decir desde ya que al leer este libro he hecho algo que no había hecho nunca. Al leer las novelas cortas Sombras suele vestir y Las ratas, y avanzar luego con los ensayos y las entrevistas incluidas aquí, me estaba dando cuenta de que no había conseguido penetrar del todo en las claves compositivas de estas dos novelas cortas. Así que, al finalizar las entrevistas, decidí volver a empezar con el cuento y las dos novelitas, que he leído por tanto dos veces. En cambio no he leído las cien páginas que aparecen en este libro de La pérdida del tiempo. Ya leeré la novela completa en la edición de Adriana Hidalgo.
Sombras suele vestir tiene 50 páginas y es una historia de fantasmas (o de locura, aunque para mí es una historia de fantasmas) al estilo de Otra vuelta de tuerca, de Henry James. Como curiosidad, añadamos que es Bianco el primer traductor al español de esa novela y que fue él a quien se le ocurrió cambiar el título de lo que sería la traducción literal, Una vuelta de tuerca, por el de Otra vuelta de tuerca, nombre con el que ha trascendido en nuestro idioma la traducción de la famosa novela de James. Decía que a mí Sombras suele vestir me ha parecido más una historia de fantasmas que de locura porque no está contada desde el punto de vista de un narrador confuso, sino que una voz omnisciente nos cuenta las andanzas de los personajes y en algún momento acompaña los movimientos del supuesto personaje que luego descubrimos que está muerto y que por tanto no le queda más remedio que ser un fantasma, aunque ella misma no lo sepa. Esta novelita ha ganado para mí en la segunda lectura, porque detalles que descubrimos aproximadamente en la página 40 estaban ya insinuados en la página 10, pero al leer primeramente esta página 10 sin conocer el juego que se traía entre manos Bianco con sus personajes, se nos habían pasado desapercibidos. El estilo de Bianco es elegante, inteligente, trabajado. Sus novelistas no son aptas para una lectura apresurada; están repletas de sugerencias, de insinuaciones, de sutilezas; necesitan de un lector atento, dispuesto a entrar en ese juego narrativo en el que intuye que le están escamoteando información importante de la historia y será él quien tiene que completarla o imaginarla. El Bianco de Sombras suele vestir me ha parecido un antecesor del Elvio E. Gandolfo de novelas cortas como René Carótida.
Las ratas me ha resultado un libro casi diferente en la segunda lectura. Básicamente porque en la primera no me había llegado a percatar del todo hasta qué punto el narrador nos está mintiendo. Creo que decidí leer estas dos novelas otra vez porque me había acercado a ellas confundido: Sombras suele vestir la estaba leyendo como una historia realista y sólo al final me di cuenta de que era una historia de fantasmas, y Las ratas la leí, ya escarmentado de la narración anterior, como si fuese una historia de fantasmas, cuando aquí me hallaba más ante una historia de locura. En Las ratas nos acercamos a una familia bonaerense de clase alta con más de un cadáver guardado en sus armarios. Delfín Heredia, el narrador, tiene catorce años en el momento en el que suceden los hechos que quiere contarnos referentes a la muerte de su hermano Julio. “Julio se ha suicidado”, leemos en la primera página de esta novela. Y en la segunda lectura ya sabremos que tenemos que tener mucho cuidado con nuestro narrador porque está jugando con nosotros. La novela es densa, sutil, inteligente, como Sombras suele vestir. Al igual que en la anterior había referencias eruditas a la Biblia, en Las ratas se nos ofrecen elevados comentarios sobre música clásica. Delfín, mientras practica con su piano, conversa con el autorretrato que su padre pintó en su juventud y que ahora, extrañamente, se parece a Julio (sólo hermano por parte de padre de Delfín). Delfín desea en realidad una complicidad imposible con su medio hermano; y los juegos entre la relación real y la imaginada se van entrelazando en el relato hasta un final de odios y celos familiares. La prosa inteligente, erudita y algo distante de Las ratas me ha recordado a la que posteriormente usa Jorge Barón Biza para su gran novela El desierto y su semilla.
Después me salté, como ya dije, las cien primeras páginas de La pérdida del reino, y leí los ensayos escritos por Bianco. Cita mucho a un escritor francés que ahora parece haber caído en el olvido, Julien Benda. Más interesante me parece su ensayo sobre Marcel Proust. Pero más que con los ensayos, he disfrutado con las entrevistas finales sobre su obra y su labor en la revista Sur.
De este libro editado por Atalanta destaco el relato El límite y las novelas cortas Sombras suele vestir y Las ratas. Narraciones sutiles, llenas de trampas y que darán trabajo (y satisfacciones) a un lector exigente.