Mujer con paraguas chino.
Todas las tardes, a la hora de la siesta, cubierta por un vestido de fresco lino y descalza, con la mirada perdida, camina de arriba abajo, apretando el puño de su paraguas chino, cuándo una sombra le hacía imaginar la desesperación de un sueño, un suspiro y vuelta al camino. Así lleva ya veinte años. Creyendo que siempre es primavera, que no hace frío ni que a veces llueve, que siempre es viernes, o que no cumple años. Ahogada en la memoria no deja de temblar a cada paso y solo despierta ante un leve rumor, que el viento le traduce entre las ramas, y ella cree que le habla desde lejos. Así lleva veinte años, sin saber que aquel sueño se esfumó para siempre, que ya no es una niña, que hoy no es viernes, y que el puño de su paraguas chino está tan gastado que apenas le durará uno o dos meses. Pero mientras camina, embebida, absorbida por el blanco de su vestido, iluminada por el sol, entre la maleza del sur, verla como un fantasma deambular, no deja de ser un instante casi espiritual, en el que hasta los jilgueros silvestres se aproximan con respeto, tomándola por algo natural en aquel paraje del Acebrón. *
Dedicado a mi madre y a todos los hombres y mujeres que no fueron capaces de superar un fracaso amoroso.
Fotografía: A.Morales (C) * Modelo: Afrika.